Chapecoense, un mes | El Nuevo Siglo
Miércoles, 28 de Diciembre de 2016

Por estas calendas tenemos muchos temas para tratar, como la frustración por los oídos sordos en el uso de la pólvora, los accidentes automovilísticos  de diferente tipo, generados en imprevisiones  e ingestión de bebidas embriagantes, la prudencia en las carreteras y los cuidados sobre  la salud en vacaciones. Pero me atrae el hecho de cumplirse en esta fecha un mes del accidente aéreo de la empresa Lamia, en la Unión,  Antioquia, donde como es de todos sabido, perdieron la vida  setenta y una  personas, en su mayoría miembros del equipo  Chapecoense del Brasil, sembrando de luto y tristeza no solo esa región de Colombia, sino a todo el país  que sintió como propia la perdida de estos admirados deportistas, plenos de ilusiones y juventud, que debieron ver truncados sus sueños, por cosas del destino.

Las rápidas  investigaciones adelantadas por el gobierno de Bolivia, país correspondiente por pertenecerle la licencia de  la empresa aérea,  identifica como responsable a la aerolínea y sus propietarios, quedando pendientes las investigaciones adelantadas por las autoridades colombianas. Pero en esta oportunidad no se trata de buscar causantes; solo  quiero rendir un tardío tributo a esa ciudad de Medellín, que junto con sus habitantes dieron una demostración de amistad, respeto, solidaridad  y admiración por ese grupo, que con tanto entusiasmo esperaban  enfrentar en el plano  deportivo.

El emotivo acto marco un ritual sin antecedentes en la capital antioqueña, pues participaron miles de personas de diferentes niveles  y condiciones,  impulsadas por el dolor general  que en sus habitantes produjo el fatídico accidente. Los asistentes desconocían  la identidad de  las víctimas pero hicieron  propio el dolor de los allegados. Pasarán los años y este acto permanecerá en  la retina, el recuerdo y los corazones de dos pueblos, los de Colombia y Brasil, que loaron a los medellinenses al verlos  llorar como suyos todos los sacrificados en la Unión. No podemos permitir que esta fecha caiga en el olvido. Es costumbre de los antiqueños y propio de su estirpe perpetuar los momentos memorables, difíciles o tristes, ojalá las autoridades así como decretaron en su momento días de duelo,   generen un hito  recordatorio, hoy local, mañana nacional y con los años mundial, inmortalizando el día  que en su estadio ¡Medellín entero  lloró!.

 

Estos luctuosos hechos deben legar grandes enseñanzas especialmente para la seguridad aérea, porque altibajos en ese sentido conducen irremediablemente  a consecuencias fatales, y precisamente  en los últimos días hemos referenciado  cierta incertidumbre en Bogotá,  por una serie de informaciones que dan cuanta de riesgos en la operación, con   interrupciones generadas en  comunicaciones tierra aire, situación que prende  alarmas tanto de la aeronáutica como de  empresas y  usuarios en general. Existirán argumentos o explicaciones  que aclaren las  circunstancias, sin embargo  urge hacerlas conocer del país para tranquilidad general.