No ama verdaderamente al país quien no lo desee mejor a costa de lo que fuere. La mentira despierta los sentidos, la verdad despierta la conciencia.
En mi libro editado varias veces por plaza y Janes: "Decadencia del pueblo colombiano" sostengo lo que sigue: para mí y para la mayoría no existirá el derecho a glorificar a los hombres valientes, si no tuviéramos también el derecho y hasta la "obligación" de criticar o por lo menos señalar a los que en momentos cruciales fueron inferiores a sus deberes morales, cívicos y patrióticos.
En los países siempre se distinguen dos tipos de ciudadanos, una inmensa mayoría de la cual hacemos parte las personas común y corriente, y una segunda categoría de verdaderas figuras egregias que necesariamente tienen que sobresalir por su coraje, su valor, su honestidad, su desinterés, su abnegación y hasta se entereza heroica para afrontar momentos trágicos. ¿Qué tal si Mariano Ospina Pérez y Doña Bertha Hernández de Ospina no hubieran tenido el temple de próceres que tuvieron el 9 de abril de 1948? Con firmeza estremecedora contestó el Dr. Ospina a quienes le pidieron entregar el gobierno a los militares o al partido liberal, "No señores, soy el presidente legítimo y para Colombia y la democracia es mejor un presidente muerto que un presidente fugitivo”.
El gran General Córdoba, ante un escuadrón poderoso que exigió entregarse, expresó: "Si es imposible vencer, no es imposible morir". Una mujer casi adolescente, hija del pueblo de Guaduas, al morir por la patria gritó: "Pueblo indolente, una y mil vidas daría por la libertad de la patria".
De 70 constituyentes del 91, el 90% fueron débiles y sumisos ante la amenazas de muerte de Pablo Escobar, votar rápidamente en contra de la extradición de los narcotraficantes. En el excelente foro que organizó el presidente de la Academia de Jurisprudencia con la junta Directiva sobre las Constituciones, comenté el coraje de los llamados "Los 13 del patíbulo" por haber votado "sí a la extradición". El prestigioso jurista Juan Carlos Esguerra me hizo una precisión: "fuimos solo 9 los que dijimos sí a la extradición”.
Impresiona que dos mujeres constituyentes del 91, María Mercedes Carranza y Mercedes Lloreda de Cali tuvieron más valor que 60 varones sometidos ante el narcotraficante Escobar. Fernando Carrillo, Carlos Lemos, Juan Carlos Esguerra, Jaime Castro y otros poquísimos estuvieron a la altura histórica de la tragedia que sufrió el país. Son los dirigentes, los gobernantes, los legisladores los que acaparan honores, dignidades, privilegios, salarios y mil consideraciones. Por esta situación, si tanto recibe de las mayorías de un país, también deben responder con sacrificios o con coraje excepcional los duros episodios que a veces les toca afrontar a los comandantes de las comunidades.
Colombia desde hace algunos años viene sufriendo una amarga crisis en la clase dirigente. En la experiencia de "la pandemia" los arrogantes parlamentarios -salvo honrosas excepciones- se negaron a ceder un mínimo porcentaje de su abultados suelos -$32 millones sin contar otros privilegios-, para ayudar al pueblo miserable que muere de hambre y que dicen representar.