José Gregorio Hernández Galindo ha sido, desde las aulas universitarias primero como alumno, luego como profesor, más tarde como profesional y posteriormente como Magistrado de la Corte Constitucional en su primera edición, un verdadero paradigma de lo que deben ser quienes se dedican a estos magnos menesteres. Con gran criterio, ponderación, inteligencia y preparación, hoy es considerado, con toda justicia, como uno de los mejores constitucionalistas del país y una de las mentes que más le han aportado a nuestro derecho público. Ha sido uno de los más lúcidos intérpretes de nuestra Constitución, quizás el más calificado. Siempre ha sabido buscar y encontrar la razón de ser de las disposiciones de nuestra Carta Magna. Ha sido su celoso guardián ante quienes consideran que éstas simplemente pueden manejarse como meras normas econométricas u operacionales, adjetivas al ser humano y extrañas a los valores fundamentales de la justicia, pero sobretodo de justicia social.
Por todo ello cada vez que tiene oportunidad sale en defensa de esas creencias. En estupendo reportaje concedido esta semana a María Isabel Rueda, en El Tiempo, Hernández Galindo, estima que el Acto Legislativo que creó la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, está tratando de remplazar a la Constitución del 91, porque sustituye las reglas aplicables a la acción de tutela cuando se instaura contra providencias proferidas por esa Jurisdicción Y considera muy peligrosa una serie de reglas que limitan a la Corte Constitucional, especialmente cuando dispone que si la Corte considera que se violaron derechos, ésta no puede anular o invalidar el fallo de la JEP, sino tiene que mandárselo en revisión al Tribunal para la Paz para que éste finalmente decida, poniendo en serio peligro todo el esquema constitucional. Para el exmagistrado acabar con la independencia de la Corte es acabar con el estado de derecho, simple y llanamente.
Sabia y oportuna advertencia para el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, que en su afán por cerrar lo más pronto posible su proceso de paz lo está dejando muy vulnerable. Lo que se viene no es fácil por la gran cantidad de enemigos agazapados o declarados de dicho proceso. En plena etapa pre-electoral el expresidente Álvaro Uribe Vélez ha anunciado que si llega a triunfar el año entrante hada grandes modificaciones a lo acordado por Santos y las posibilidades de que lo haga son muy altas si vemos su posición en las encuestas.
Las indecisiones e indefiniciones de los acercamientos entre el Gobierno y el ELN complican más el panorama. La impopularidad del primer mandatario agrava aún más, si se quiere, la ya delicada situación. La labor que a este respecto viene cumpliendo el exministro Juan Camilo Restrepo es muy meritoria, pero a la vez debe ser muy frustrante, por la evidente falta de voluntad, unidad y mando en estos insurgentes, para sentarse en la mesa de negociaciones.
En entreacto ya comienzan a barajarse las distintas y muy diversas candidaturas presidenciales. Muy conscientes de que la llamada unidad nacional está haciendo aguas por sus cuatro costados, la izquierda está tratando de agruparse, pero no se vislumbra un líder que la aglutine. Pero sigue subjúdice y Clara López no convoca. Los demás no tienen ni los votos ni las ganas para hacer una decorosa campaña. El Partido Conservador sigue autista, sin darse cuenta que puede ser su gran oportunidad de convertiste en el factor determinante de una candidatura triunfante en coalición. ¿Pero con quién?
Adenda
Hablando de ética y esta vez de ética deportiva, ¿qué tal el ejemplo que está dando nuestro crédito nacional Falcao García evadiendo millonarios impuestos en España?