Cree en común que el mundo se puede arreglar fácil y en un instante. Con un Clix. Se retroalimentan en el brexit, con la aventura chavista, la griega etc. Y guarda semblanzas con lo ocurrido en Europa en los años veinte con el surgimiento del fascismo. Vale la pena recordar el grito de guerra nacionalsocialista “Haremos una Alemania grandiosa otra vez” que suena familiar a quienes se ocupan de las actuales elecciones en Estados Unidos. O este otro que puede decirle algo también a los colombianos: El pueblo siempre puede ser arrastrado a los deseos de los líderes. Es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por exponer al país al peligro. Funciona igual para todos los países: Herman Göring, ministro de aviación de Hitler.
Quizás se logre detener esta forma soterrada de intimidación en Norteamérica pero ya el daño está hecho. Queda a flor de piel el odio, la discriminación y todas las formas de rechazo por género, raza y credo. Avalado por el partido de Lincoln nada menos. El kukuxklán que fue una especie de brazo armado supremacista al servicio del partido demócrata que abominaba de la igualdad de derechos de los negros, empezó a volverse pro republicano en el siglo XX. Al punto que los padres del candidato Donald Trump eran militantes activos, y circula por la Red las fotos de estos con el joven Trump, orgullosos de su membresía en el KKK.
Acumulativamente estos odios se alimentan de un desconcierto colectivo que no puedo tratar por falta de espacio, pero que tienen que ver con la globalización acelerada, la sensación de desarraigo, de haber perdido a su patria física y espiritual, el sufrimiento de desorientación colectiva. No es que la globalización haya empobrecido al mundo, es algo más complejo que la economía, y que los políticos no han podido dilucidar.
Al erosionarse el poder que se sustentaba en el Estado-nación, los pueblos sienten que han perdido relevancia en las decisiones claves. Se sienten impotentes frente a unos entes abstractos de la economía, o ante intereses de multinacionales arteras. Y la brecha se amplía entre el discurso de la macroeconomía, o las ininteligibles explicaciones de los gobernantes de turno y el sentir cotidiano de votantes exasperados. Vivimos eso aquí frente a quienes les basta el No, pero sin alternativa real de salida. Y que intentan ponerle conejo a la paz.