José de Maistre, un reconocido pensador ultramontano, sostenía que el error de los reaccionarios consistía en querer regresar al estado anterior que, por cierto, había generado la revolución que combatían. Consideraba esto vano, sostenía que el remedio no estaba en la contrarrevolución, que a su juicio era una fuente contaminada del mismo origen, sino que se debía generar un nuevo espíritu que construyera hacia arriba y en profundidad un nuevo horizonte.
Ese punto de ojo de Maistre vería en la actual Venezuela a la oposición misma como parte del síntoma, tanto como lo es la dictadura chavista que fue su heredero y no salió de la nada. Y hasta que esa enfermedad no se consuma a sí misma, diría él, no dará frutos.
Aplicado a Cuba, los elementos creadores (que no se ven en Venezuela) emigraron y convirtieron a un estado mediocre como la Florida de los años sesenta en un emporio de desarrollo económico veinte años después. Si bien sin mayores aportes espirituales y culturales. Les bastó con integrarse.
En Colombia no hay revolución. Es uno de los pocos países del continente que no ha tenido siquiera gobiernos por fuera del establecimiento. Basta contrastar con el caso chileno cuya actual mandataria es socialista, o el uruguayo. En ambos casos si ellos pierden las elecciones, entregarán pacíficamente el poder. Vale decir el sistema democrático al sostenerse por un mayor consenso, se nutre de sus propios oponentes impidiendo una insurgencia violenta. Defectos y todo sigue siendo el menos malo de los regímenes ensayados, según parece.
Pero ante los cambios no se puede intentar volver al régimen anterior como lo pretenden, hoy aquí, las alianzas criollas de la extrema derecha. Intentar despedazar un acuerdo ante un enemigo rendido en un pacto, es retrotraer el país al año 2002 cuando el gobierno de turno prometía acabar por las armas la insurgencia en dos años. Y cumplido el plazo, reformó la Constitución para introducir la reelección a nombre propio como en república bananera, so capa de erradicar en ocho años a la guerrilla. Fue una reforma con nombre propio y cohecho, según sentencia de la justicia.
Las Farc tampoco fueron vencidas en guerra. Mientras el ELN atisba el desenlace de quienes pretenden hacerles conejo. Y el hoy expresidente así relecto se invalidó a sí mismo como eventual candidato futuro, lo que explica su afán de promover a toda costa otro cambio constitucional que lo habilite. Pero devolver a Colombia al año 2002 ya no parece posible. Y en eso su grupo es más reaccionario que José de Maistre, con la diferencia clara que éste dejó una obra digna de estudio.
Las alianzas pactadas con base en un retorno, carecen de fe en el futuro, en la capacidad de crear ese futuro. El nuevo aliado, hasta ayer vicepresidente del actual gobierno, pretende hacer de esa vuelta atrás, el sustituto de una nueva visión del país que ellos no han sido capaz de postular, ni siquiera de soñar con sinceridad.