El fenómeno de la delincuencia obedece a factores provenientes de la constitución del individuo, o de orden social, es decir, endógenos o exógenos, privando estos en su mayor parte, por las causas que ya hemos analizado. Lo produce un hecho que tiene sus raíces profundas en los meandros del subconsciente, o en las fuerzas ambientales que van creando el huracán psíquico, unas veces, y otras, estructurando fríamente el acto delictuoso. Hay, pues, una razón que motiva ese crimen, que empuja a su autor por cualesquiera de los factores enunciados.
En Colombia surgió una delincuencia que acaso sea única en el mundo, y que nos exhibió en estado de vergonzosa barbarie. Nos referimos a las masacres de inermes campesinos llevadas a cabo por cuadrillas de malhechores, en forma indiscriminada, en las que caían niños, mujeres, ancianos, ultimados con frialdad que horripilaba.
Para justificar, en parte, esas masacres abominables, se dice que, al principio, la violencia tuvo origen en las matanzas políticas que inundaron de sangre al país; que las gentes perseguidas, acosadas como fieras, por la jauría de los odios sectarios, se echaron al monte, organizándose en armas, en defensa de sus vidas y de sus derechos, antes que dejarse ultimar cobardemente. Y que de esas crepitantes hogueras del odio, de las llamas de esos hogares destruidos, de las cenizas de la tierra, se fue forjando en las mentes de los que fueron creciendo en medio de esas visiones de pesadilla, un feroz sentimiento de crueldad, de sed de venganza, de retaliación implacable, que se tradujo en frutos de maldición, que más tarde, se cosecharon en las vendimias de la más salvaje criminalidad que el país haya presenciado a todo lo largo de la historia.
Se sostiene que los monstruosos crímenes persiguieron la desaparición de los propietarios de fincas, por medio del asesinato, la extorsión, o el terror, con el fin de apoderarse de sus tierras, o adquirirlas a precios irrisorios, es decir, por la usurpación o el despojo a sus legítimos dueños.
Cabe preguntar: ¿Cómo es posible que se llegará hasta ese estado de depravación moral, de aniquilamiento de todo sentimiento hacia sus semejantes, para ultimar a sangre fría; a seres humildes, y luego, cebarse como hienas, ¿sobre sus despojos?
Los genocidios perpetrados por Hitler, los más horrendos de la historia, -con sus hornos de Dachaw- al menos tenían una explicación acorde con la filosofía nazista del exterminio de la raza judía. Pero, las masacres escalofriantes realizadas por cuadrillas de malhechores en nuestro país, no tienen, ni pueden tener justificación alguna. ¿Qué sentido darle entonces, a semejante depravación criminosa en seres humanos?
La asociación para delinquir, el bandalaje que contempla nuestro código penal, persigue un fin: el robo, el saqueo, la extorsión, en fin, el asalto a la propiedad, pasando generalmente por la antesala del crimen para conseguir sus propósitos proditorios. Pero, esas pandillas de maleantes que asesinaban a sangre fría y en forma alevosa, ancianos, niños y mujeres, que nada poseían, en forma indiscriminada, ¿Qué finalidad buscaban? ninguna violencia se justifica.