La COP27 ocurre este año en Egipto. Desde la semana pasada, los países firmantes del Acuerdo de París se encuentran reunidos en Sharm el-Sheij compartiendo sus avances en la mitigación del cambio climático. Evitar que la tierra se caliente en exceso es el propósito del acuerdo y de esta convención. Para lograrlo, cada país se ha comprometido a disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, principales causantes de esta situación. La meta es limitar el aumento medio de la temperatura a 2 grados y, al año 2050, alcanzar la carbono neutralidad; es decir, que el dióxido de carbono emitido sea equivalente al que pueden absorber los ecosistemas terrestres.
Descarbonizar es mucho más que una palabra que traba la lengua; es un propósito compartido con la humanidad y la esperanza para todas las formas de vida en el planeta. El cambio climático confronta nuestras convicciones más profundas. Disminuir la emisión de gases de efecto invernadero implica, necesariamente, cambiar nuestras maneras de producir, de consumir y de transportarnos. El desafío es enorme, pues descarbonizar requiere inventar otras maneras de vivir; el que lo logre, buen descarbonizador será.
Colombia se comprometió inicialmente a reducir sus emisiones en un 20% para el año 2030. A medida que la cooperación internacional ha brindado apoyo económico, esta meta se ha aumentado hasta llegar, actualmente, al 51%. Así las cosas, el cambio para nosotros es inminente; ocho años pasan en un soplo. La buena noticia es que vamos a lograrlo. Desde que se firmó el Acuerdo de París en el 2015, hasta hoy, el país ha venido construyendo las condiciones para alcanzar la meta y para que la transición sea suave.
La estrategia Colombia Baja en Carbono, que lidera el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible desde hace una década, así lo ha demostrado. La implementación de esta iniciativa en los territorios, a través del Fondo Acción y con el apoyo del gobierno alemán, ha probado que contamos con todo lo necesario para conciliar la mitigación del cambio climático y el crecimiento económico. Es posible inventar otras maneras de vivir, el secreto está en hacerlo de común acuerdo.
Durante los últimos cinco años esta estrategia se concentró en tejer una red que vincula a gobiernos departamentales y municipales, a la industria, a organizaciones sociales y a comunidades. Esto ocurrió en el Caribe, en el Suroccidente, en la región Andina y en un corredor que articula los departamentos de Santander, Norte de Santander, Antioquia y Chocó. Juntos (y ahí está el meollo) se dedicaron a discutir cuál era la mejor opción para cada territorio y para cada sector. Sellaron alianzas, formularon políticas públicas y diseñaron proyectos que demuestran, con evidencias, que la esperanza es posible, se mide en toneladas equivalentes de CO2 y, además, es rentable.
Sí, la clave está en hacerlo juntos; por eso la comunicación es vital. La transición energética implica conocer, comprender, proponer, escuchar a cada quien y construir confianza; de otra manera descarbonizar, más que un trabalenguas, será una experiencia tortuosa para todos.
@tatianaduplat.