EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 27 de Enero de 2012

 

Jaime Angulo Bossa

 

Más allá de la amistad que me unía con Jaime Angulo Bossa, debo decir que tuve el privilegio de conocer a un ser de convicciones morales, éticas y políticas profundas. Y también a un gran orador -a un gran tribuno para mejor definirlo- y a un escritor formidable, para mí un escultor de la palabra con alma de poeta.

Pero no cuidaba solamente de las formas para expresarse. El contenido de sus planteamientos en sus ensayos, en sus discursos, en todos y cada uno de sus libros, bastaría para considerarlo como un pensador político notable. No sólo de Colombia sino de Latinoamérica.

Afirmación que tiene su fundamento en la excelencia de su obra. Autor de numerosos ensayos sobre temas políticos. Anti paridad y Anti hegemonía -uno de ellos- fue un brillante alegato contra el ejercicio monopólico del poder, pues eso significó el Frente Nacional, cuya concepción política y su práctica no podía aceptar un ideólogo de la izquierda democrática como era Jaime Angulo Bossa.

Su amplia versación jurídica quedó patente en el conjunto de sus producciones. Mi encuentro con la Constitución, Izquierda, poder constituyente y Constitución, Gestación del constitucionalismo colombiano, Qué es un preámbulo, Diez Cartagenas y un solo pueblo verdadero, La Tribuna encendida, autobiografía oratoria, y su obra fundamental, digo yo, 58 años de rebeldía, en dos tomos, libro que tuve la oportunidad de comentar en mi columna de El Universal en 2004, y en cuya oportunidad lo situé al lado de los más destacados exponentes de nuestra cultura.

Debo decir que tengo guardado un espacio para comentar también su último libro: Viva el 11. 2011, bicentenario de la Independencia Nacional.

Jaime Angulo, el escritor, el orador, el pensador, hizo, ciertamente, grandes aportes a la literatura política y jurídica colombiana, más allá del horizonte parroquial.

Me hizo el honor de prologar en 1990, mi libro La verdadera Constituyente y lejos de pretender abrirle comillas a los inmerecidos elogios que me hiciera, llamo la atención, sin embargo, alrededor del respeto que le merecía el político que ejercía la democracia, con lealtad. “El político que -según sus palabras-, mete las narices para oler el futuro, el que aguza los oídos para escuchar el rumor del pueblo, el que abre las manos para recoger los recados del viento, el que acelera su corazón para que el latido no quede detrás de la historia, aunque su vida corra el peligro de salirse de su propio cauce y agotarse; en fin, el político que afina su conciencia para no traicionar nunca la idea encendida en el pabilo de sus grandes convicciones”.

¡Con cuanta elocuencia se expresaba mi amigo Jaime Angulo Bossa!

Comprometido sólo con su conciencia, no esperábamos que nos abandonara tan sorpresivamente, y sobre todo, sin la venia de sus lectores que lo admirábamos.

edmunbdolop ezg@hotmail.com