EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Septiembre de 2013

La gratitud

 

Hay muchísimos motivos para agradecer cada día. La gratitud es reconocer lo bendecidos que somos en cada momento, manifestando el gozo y la confianza en el proceso de la vida.

Ese gozo y esa confianza se suelen perder de vista cuando estamos atravesando situaciones difíciles; es ahí donde viene la prueba que nos pone la vida, para que nos demos cuenta qué tan agradecidos o desagradecidos somos. Culturalmente hemos aprendido a ser gratos en las situaciones que calificamos como “buenas”, así, entre comillas, pues ese juicio de valor lo proferimos desde nuestra subjetividad y dependiendo de la coyuntura. El sol que solemos agradecer en un día de playa no lo agradecemos luego de la quemadura, ni mucho menos la quemadura. ¿De qué serviría agradecer eso que es “malo”? De mucho…

Una actitud de gratitud ante eso que no nos gusta, que nos irrita, talla o duele, nos pone en una situación radicalmente diferente a la de la lucha. Es apenas natural que no nos guste mucho, o de plano nada, que los planes que tenemos se nos cambien, que un negocio no se cierre, que una relación no cuaje o que una enfermedad nos agobie. Es ahí donde aparece la pelea con eso que no nos gusta, que nos parece “malo”. Dice la sabiduría budista que como todo es transitorio, podemos aprender que a las situaciones, cualesquiera que sean, las dejemos ser, las dejemos estar y las dejemos pasar. Aceptar lo que hay es el primer paso para empezar a cambiar desde adentro; si a ello sumamos la gratitud, el panorama mejora.

Es posible aprender a agradecer por la enfermedad, que más que un castigo de la vida es una oportunidad que desde el cuerpo tenemos para transformar pensamientos y emociones negativas. Por eso es sano no luchar contra el cáncer, sino agradecerlo y revisar para qué apareció, qué hay que perdonar, a quién, incluso a sí mismo; sin la señal del cáncer, posiblemente no emprendamos el perdón. También es posible agradecer por una quiebra, pues es una oportunidad nueva para empezar de nuevo, a lo mejor en una actividad más afín con la misión fundamental. Agradecer a la pareja que se va, por los aprendizajes hechos, la vida compartida y la libertad que, tras la ruptura, surge para rencaminarse emocionalmente, empezando desde adentro.

Las cosas “malas” son dolorosas, incómodas. Agradeciendo por ellas nos relacionamos en forma distinta con el mundo y con nosotros mismos. Agradecer por eso es introducir nueva información hacia la libertad, la armonía.  Como todo aprendizaje, al principio es difícil e incluso puede parecer imposible.  Si perseveramos encontraremos que agradecer por todo, absolutamente todo, en todo momento, activa la magia de la vida. 

@edoxvargas