EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Agosto de 2011

A propósito de la paz


“Vienen a mi memoria todos los intentos que se han hecho”


CUANDO  escucho hablar de propuestas de paz vienen a mi memoria todos los intentos que se han hecho, al menos desde la década de los ochenta. Y suena en mi cabeza el jingle de la paz de Belisario, “amo la paz al hermano colombiano, que por fin le dio su mano para que reine la paz…” De ese intento surgió la Unión Patriótica, exterminada desde la ultraderecha. Paz que no llegó, que no ha reinado, porque sencillamente a muchos colombianos no se les ha dado la mano para solucionar lo básico.


Luego vinieron los diálogos de Tlaxcala y Caracas en los noventa, pero la intransigencia de la coordinadora guerrillera del momento dio al traste con el intento. Y después vino el despeje del Caguán en la administración Pastrana, proceso que vino de la mano con el fortalecimiento de la fuerza pública, pero que no ha sido comprendido como el esfuerzo más cercano para lograr algo parecido a la paz, sino que ha sido vilipendiado y desdeñado por quienes prefieren la guerra. No hay ni habrá paz perfecta, así que si le hacemos el juego a la perfección, apague y vámonos.


Ahora la paz vuelve a estar en la agenda. A algunas personas les corresponde analizar el problema en lo macro, y desde allí hacer propuestas, debatir, disentir y consentir, ceder, colocar límites y negociar. Pero todos podemos empezar a construir la paz desde lo micro: si miramos un poco más cerca, seguramente encontraremos aspectos de nosotros mismos que no nos permiten vivir en armonía. La cuestión no es ni lejos ni afuera, la paz empieza adentro. No conozco el primer ser humano que no haya tenido, aunque sea por breves instantes, guerras interiores. Sí conozco muchas que prefieren hacer de cuenta que no pasa nada, que se desconectan de sí mismas y que van por el mundo llenas de dolor, resentimiento y culpa. ¿Qué paz exterior se puede promover sin paz interior? A lo mejor eso es lo que nos ha ocurrido, que nos hemos preocupado del afuera sin habernos ocupado del interior.


Ojalá quienes promueven la paz también la trabajen consigo mismos. Ojalá todos empezáramos primero con nosotros mismos. Si soltáramos nuestras culpas y las transformásemos en acción responsable, si sanáramos nuestros dolores ancestrales que arrastramos desde la crianza, o incluso desde el vientre materno, si nos diésemos el permiso de limpiar nuestro interior de tanta basura emocional que acumulamos día a día, estaríamos aprendiendo a construir una paz duradera. Y podríamos ser más efectivos afuera. Así como se necesitan condiciones estructurales, desde generación de empleo hasta desmantelamiento del narcotráfico, se requieren unas condiciones interiores, subjetivas. El trabajo es largo, y es imperativo iniciarlo.