EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Junio de 2014

La Fuente

 

Una  crítica frecuente a los teléfonos móviles tiene que ver con la poca capacidad de carga, que hace que estén encendidos por pocas horas.  Inevitablemente, si queremos que funcionen, es necesario conectarlos a la corriente eléctrica, ya que ahora en esos aparatos suele estar la vida, desde la agenda y los números de teléfono hasta fotos y memes; ah, también sirven para llamar. Nada de esta tecnología nos podría servir de no ser por la energía. Sí, la vida es cuestión de energías y de conexión.

En la historia de cada ser humano el Big Bang es la unión entre el óvulo y el espermatozoide, cuando las dos energías rectoras del Universo se fusionan para que la divinidad se exprese en un nuevo ser, dotado de consciencia desde ese mismo instante, aunque muchas personas consideren otra cosa. Dos energías que se encuentran en un acto de amor, no romántico ni terrenal, sí el amor-fuerza que hace posible la existencia. Y vamos creciendo, aprendiendo, errando y corrigiendo, llorando y riendo, en esa danza que es la vida. Ese impulso energético inicial es preciso conservarlo y nutrirlo a lo largo de la existencia, pues de lo contrario ocurre lo mismo que al móvil que se va descargando lentamente, hasta que se apaga y decimos coloquialmente “se murió”.

Sí, literalmente podemos llegar a morir si nos desconectamos de la Fuente. Nos vamos desconectando en la medida en que olvidamos que hay algo más grande que nosotros, más grande que la vida como la conocemos. Yo le llamo Consciencia Divina; cada quien en su relación personal con lo trascendente, encuentro inalienable, la concibe y designa como lo prefiera. No se necesita ser un delincuente consumado -con asesinatos, robos y secuestros encima- para estar desconectado. Todos los seres humanos, todos, tenemos momentos más o menos largos de desconexión; no se trata de establecer quiénes son los buenos y quiénes los malos. Esa lógica maniquea nos lleva a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. De lo que se trata, creo yo, es de darnos cuenta del momento en que nos desconectamos de la Fuente.

Si la vida pasa y no nos fortalecemos en oración o meditación, la carga energética va bajando, ese impulso inicial de luz y amor se va apagando. Si además de ello albergamos dolores, resentimientos, rabias, no perdonamos ni nos perdonamos, no cuidamos emociones ni pensamientos, la luz se va apagando: llega el desasosiego, el estrés, la enfermedad… Por el contrario, si permanecemos en la consciencia de que hay algo más grande, que en realidad somos uno, la salud permanece, la individual, la familiar, la colectiva. Conectémonos con la Fuente, aquí y ahora.  

@edoxvargas