El tráfico de menores o trata infantil es definida por La Carta de las Naciones Unidas como: “La captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de un niño con fines de explotación”. Se trata de una actividad criminal de la peor clase. Es, ni más ni menos que la captura, de una u otra manera, de menores de edad para su utilización como esclavos sexuales, esclavos guerreros, esclavos en toda clase de labores degradantes.
Un crimen atroz que en pleno siglo XXI está tan vigente como lo estuvo en las épocas más oscuras de la humanidad, aquellas donde no existían lo que hoy conocemos como los Derechos Humanos, no aquellos “cantados” por la Revolución Francesa, exclusivos de los hombres blancos, sino los actualmente promovidos y defendidos por todas las organizaciones mundiales que incluyen los derechos de los niños y de las mujeres, consideradas, hasta hace pocas décadas, tan insignificantes y exentas de derechos como los niños.
Hoy la trata infantil, o sea: la compra, venta, secuestro, retención, reclutamiento y traslado involuntario de bebés, niños y adolescentes de un lugar a otro para ser explotados y maltratados en múltiples labores atroces, sin derechos, o reconocimiento, por motivos de guerra, tráfico de drogas, mendicidad forzada, explotación laboral, o peor aún, explotación sexual; es un negocio multimillonario y creciente.
La trata es un negocio perfecto. Existe una gran demanda internacional de menores de edad, aún infantes, para todos esos trabajos ya mencionados. Un menor puede ser negociado y renegociado muchas veces, produciendo por muchos años grandes ganancias, hasta que el niño deje de serlo y ya no sea apetecido por los monstruos que los utilizan para su placer o su explotación. ¿Cuántas veces en un solo día puede ser negociada una niña o niño para satisfacción de degenerados sexuales?
La película El Sonido de la Libertad, trata precisamente de eso, y, aun cuando muchos la han criticado y quieren que no la veamos, es una cinta que debemos ver, sobre todo los colombianos y los latinoamericanos, pues nuestros niños, los más amenazados por su pobreza, son presa fácil de los predadores que se enriquecen con esta aterradora trata.
Es una historia basada en hechos reales, el agente del FBI, Tim Ballard, existe y mucho de lo que ocurre en la película, sucedió. Es duro ver que mucho de ello ocurrió en Colombia, pero ¿quién de nosotros cree que la trata no sucede en Colombia? Nadie puede estar tan ciego. En Cartagena, las prostitutas que se ofrecen en el Parque de los Dulces son muchas veces niñas que no llegan ni a los 15 años. ¿Las prostituyen familiares, pederastas, las mafias? ¿Cuántas están siendo forzadas ante nuestras propias narices? Lo mismo pasa en Barranquilla, Riohacha, Cali, Medellín. El turismo sexual en Colombia ¡es un secreto a voces! Un secreto muchas veces denunciado, pero generalmente ignorado por las autoridades y la comunidad. Existen las leyes para contrarrestarlo, pero ¡no se cumplen!
Todos los grupos criminales han utilizado niños como guerreros, como escudo para evitar bombardeos a sus campamentos, como juguetes sexuales de sus capos. Sin embargo, ahí tenemos a la JEP que hasta ahora a nadie ha condenado por hacerlo.
Demando saber ¿Qué hace el gobierno de Petro para combatir esta vergonzosa lacra?