Colombia está descollando en su crecimiento en comparación con sus vecinos y respecto a sí misma. Tras la pandemia el sector privado se ha recuperado con rapidez, mucho más de lo pronosticado por los pesimistas, y superior a lo esperado por los optimistas. Problemas y todo empieza a revivir el empleo. Perú, Ecuador, Brasil, no han mostrado una resiliencia comparativa en comercio, industria, ganadería, y agro en el último trimestre. Evito mencionar el caso venezolano que está por debajo de toda comparación, pero no de toda crítica. Allí el populismo ha extendido la pobreza a más del 94% de la población. Es el resultado neto de la liberadora revolución chavista. Es curioso que ese movimiento no pudiera cambiar una sola hoja de su guion, pero sí quemar todo el libreto.
En simetría puede verse aquí también la suerte de los candidatos presidenciales colombianos. Petro que es o fue (no ha dicho lo contrario) pro chavista, tuvo la súbita ocurrencia de abogar por una devaluación del peso en caso de ganar. Con este exabrupto logró de un plumazo asustar el centro de los votantes de las grandes ciudades. Sugerir que se violará a la Constitución que ampara la autonomía del banco Central, en suma, que no le importa la moneda sana le cobrará algo al disparate histórico. Ya se perciben las cisuras en sus filas, a diferencia de dos meses atrás.
Venezuela acaba de quitarle (otra vez) seis ceros a sus billetes. Es decir, de esquilmarle a toda la población sus ingresos reales. Y los colombianos de los estratos más bajos lo sienten por cuanto conocen a uno o más de los dos millones de empobrecido expatriados de ese otrora rico país, aquí en sus calles.
Si bien hay motivos sobrados de protesta contra el actual gobierno Duque, el populismo, el comunitarismo con resentimiento, ha perdido arraigo en las cinco primeras ciudades del país. Y no tiene, hoy, mayor respaldo en la zona cafetera.
Otros candidatos como Fajardo, y Peñaloza están cuestionados por escándalos, en un país cansado de corrupción, y de cinismo administrativo. Sin forzar la adivinación, tendrán problemas en las urnas que es por supuesto la encuesta decisiva. Como hay más de veinte pretendientes a la presidencia en un país con más de ciento cincuenta ciudades intermedias, adivinar el futuro es aún más azaroso, Y cualquier extrapolación, inútil. Aunque la adivinación es una industria respetable que mueve miles de millones de euros en la civilizada Europa cada año. Talvez porque el mundo está lleno de cosas obvias que nadie por equivocación llega a ver. En todo caso no hay que competir con esa pujante industria al faltarnos el ánimo de lucro…
Cuando Venezuela optó por conquistar el océano sin sospechar de sus turbulentas olas, se dejaron cautivar por ese canto de sirenas. Siguieron el modelo que quebró a la URSS, y aun se usa en la indigente Cuba, lo copió Nicaragua, parece que ahora Perú explora sus maravillas. Veremos qué pasa en Colombia.