Nuestro primer contacto personal con la revolución de Fidel Castro lo tuvimos en Nueva York, allá por el mes de septiembre de l979, cuando designados por el Presidente Turbay en la delegación a la Asamblea General de la ONU, nos tocó vivir el enfrentamiento visceral entre Colombia y Cuba por un escaño en el Consejo de Seguridad. Fueron setenta y dos votaciones que terminaron bloqueando las aspiraciones castristas
Aparecimos entonces como haciendo un mandado ajeno. Aún resuenan en nuestra memoria las airadas palabras de un frustrado canciller Roa: "¡Esto la pagarán con sangre!". Evidentemente lo que vino después fue el apoyo descarado a las guerrillas colombianas por parte de La Habana y una confrontación más o menos velada, que sólo terminó lustros más tarde con el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
A principios de la década de los ochenta tuvimos, en dos memorables ocasiones, la oportunidad de conocer y tratar al Comandante Castro. La primera fue durante la Séptima Reunión de los países del No Alineamiento, NOAL, en Nueva Delhi en 1983, cuando acompañamos al entonces canciller Rodrigo Lloreda e ingresamos formalmente a ese movimiento. En la sede de la embajada cubana y por espacio de varias horas fuimos audiencia cautiva de su incontinencia verbal.
Como cosa curiosa nos singularizó y confesó sus impresiones sobre el 9 de abril de 1948: "Yo estuve en el Bogotazo, pero en realidad fui un simple rehén de los acontecimientos y de los amotinados. Yo nada tuve que ver con liderazgo ni organización alguna de esos lamentables sucesos. Lo que pasa es que a mí me acusan de todo y no sería raro que terminaran culpándome hasta de la propia crucifixión de Jesucristo"
Como recuerdo de este encuentro el Comandante nos obsequió su libro "La crisis económica y social del mundo: sus repercusiones en los países subdesarrollados y sus sombrías perspectivas”. Gran abanderado del NOAL, en este libro aboga por la estrecha unidad de todos los países del Tercer Mundo. Su tesis central: "No debemos permitir que nadie nos divida y mediante negociaciones y fórmulas políticas propias debemos solucionar nuestros problemas. Forjemos un haz indestructible de pueblos para exigir nuestra nobles aspiraciones, nuestros legítimos intereses y nuestro derecho irrenunciable a sobrevivir"
La otra oportunidad fue en Nueva York en la sede de cristal de la ONU. El tema fue su apoyo a Contadora y los esfuerzos del presidente Belisario Betancur para llevar la paz a Centroamérica. "Haré hasta lo imposible para que esa paz se consolide", nos aseguró. Y esos mismos esfuerzos los desplegó al final de su vida en favor de un acuerdo definitivo entre nuestro Gobierno y las guerrillas de las Farc.
Fidel se consideraba, pues, el responsable de esa revolución mundial, si bien al final de su vida se arrepintió por haberse inmiscuido en levantamientos africanos y latinoamericanos. Fue sin lugar a dudas un místico revolucionario, pero también un autócrata despiadado. Sin embargo su figura se convertirá en una leyenda por su genuino convencimiento de la necesidad del cambio social y porque tampoco su revolución acabó con un régimen corrupto y excluyente.