Una sentencia inevitable. Desde el nacimiento se debe tener conciencia de que tarde o temprano se vence la visa para habitar en este planeta y el destierro es indudable. Por eso, el episodio del reciente viaje del compañero Carlos Mario Benjumea Guevara, se admite con valor recordando los pasajes que con él disfruté y compartí, principalmente en los primeros años de existencia.
Al colegio Carrasquilla -localizado en vecindad de la Casa de Antonio Nariño y el Capitolio Nacional- asistimos en primaria y por “mamar gallo” nos expulsaron y, entonces, el desorden público por la actitud criminal del ejército en el gobierno de Rojas Pinilla -calle 13 carrera 7ª- nos estimuló para participar en las protestas estudiantiles. Luego el “gordo” fue a prestar servicio militar en el batallón de la “Guardia Presidencial” y yo me vinculé en la “Escuela Nacional de Arte Dramático”; gracias al amigo de mi padre, doctor Víctor Mallarino -en el Teatro Colon-. Ahí conecté al actor Eduardo, su hermano mayor y cuando Carlos salió del servicio ingresó a la escuela y compartimos un año. Nos instruían, principalmente, los maestros Boris Roth y el director Mallarino Botero, exhibidor de “La casa de Bernarda Alba”, destacando a Consuelo Luzardo y, además, también brilló Frank Ramírez, otro resplandeciente histrión. Me fui a estudiar Derecho y Carlos se dedicó al teatro, con el éxito que siempre tuvo, aunado a Fernando Pacheco.
El gordo me incitó a promover en la universidad La Gran Colombia un grupo de teatro para participar en el primer Festival Nacional Universitario y me integre a la presentación, en Pasto, de la obra “Otra orilla”, con la dirección de Frankie Linero, colega del gordo y abogado. Dedicado al Derecho no volví a actuar, salvo interpretando mis oficios públicos: alcalde menor del Distrito Especial.
Mas tarde, ejerciendo como Procurador del Ministerio Público y aplaudiendo los éxitos del compañero de la infancia, actor frecuente en televisión, se me ocurrió imitarlo y termine actuando en la tele- novela “Gallito Ramírez”, en 1986, entre otros, con Margarita Rosa de Francisco, Carlos Vives, Bruno Díaz
La actuación en esa telenovela, estando ejerciendo de procurador e investigando el narcotráfico y el paramilitarismo, motivó que se me criticara y el periodista Yamid Amat Ruiz, entrevistándome, en las preguntas que me formuló me indagó si sentía vergüenza y, obviamente, le respondí que sí: que ser procurador me apenaba. Al titular del Ministerio Publico, doctor Carlos Mauro Hoyos -víctima posteriormente de Pablo Escobar- le indagaron qué opinaba acerca de mi actuación y él contesto que tal vez se divertiría con su vocación con la guitarra.
Con el paso del tiempo investigué la existencia de los “paracos”, cumpliendo una petición del presidente Virgilio Barco y el resultado a ese respecto fue positivo; pero el jefe, titular en ese momento, no compartió mi denuncia y me obligó a renunciar. Definitivamente, concluyo, es mejor ser actor que jurista, ¡es la felicidad que el gordo me recomendaba!