De cara al nuevo gobierno y a pocos días de la posesión del Doctor Iván Duque, me atrevo a tocar un tema que será reiterativo para la Administración Nacional a lo largo de los próximos meses, con la esperanza que esta columna tenga eco y sea tenida en cuenta, cuando de cubrir necesidades ciudadanas con servicios de policía se trate.
No podemos tapar el sol con un dedo y debemos entender que algunas ciudades del país requieren más que otras la presencia policial, para garantizar a sus ciudadanos la seguridad y convivencia pacífica. Tratando de atender esta demanda, en principio los mandos de la institución permanentemente replantearán la estrategia del cubrimiento nacional, pero por muchos esfuerzos que se hagan siempre tendrán un déficit en la planta, lo que obliga a generar prioridades, destacándose en ello las ciudades capitales, donde el volumen de habitantes es superior. Lo primero que se piensa para encarar la situación es aumentar el número de efectivos en la policía y visto así, sin mayores estudios, la estrategia se percibe como una salida rápida y fácil; sin embargo el tema es más serio de lo que pensamos.
La historia nos cuenta de gobiernos que, sin mayores estudios, ordenaron el incremento de efectivos en la institución, llevando la Policía Nacional a escenarios presupuestales gravísimos, contextos que aun hoy pesan en su plataforma administrativa, porque no es solo incorporar hombres de base, es necesario formar mandos medios y superiores para cubrir la organización en toda su composición. Los gobiernos, ante las presiones de la ciudadanía pidiendo seguridad y asistencia policial, pensando que la sola presencia del personal uniformado desestimula al delincuente, se comprometen con el oportuno envío de personal a esos lugares, sin detenerse a calcular costos de los movimientos y lo más importante, el déficit del recurso humano.
Lo ideal sería darle al asunto la atención que se merece, pedir a los mandos un programa urgente de incorporación, ajustado a los principios establecidos de tiempo atrás por la institución, protocolos que en algunas ocasiones por premura del tiempo se violentaron, ocasionando desmedro en la imagen de la policía, ante los errores en procedimientos, hijos de la improvisación y mala formación. Hablamos de incorporación programada a cuatro años y respaldada con el presupuesto adecuado, pues robustecer una institución basada en formación y profesionalismo para todos sus hombres amerita raspado económico de largo aliento.
La policía cuenta con una infraestructura docente de lujo, la organización pedagógica se sustenta en escuelas regionales, distribuidas a lo largo y ancho del país, desde donde cubre la formación de hombres incorporados y venidos de todos los rincones patrios. Lo único que necesita la institución es el respaldo del Gobierno Nacional que le permita ajustar la planta y programar su crecimiento.