Un tranquilizante aviso en la Red: “¿Os acordáis cuando se creía (antes de Internet) que la causa de la estupidez colectiva era la falta de información? Pues no era eso”.
La información nos abruma. Existe la posibilidad de desconectarnos, pero no de ignorarla. Eso llevaría a la estupidez como advertían los griegos de la persona que no participa de la vida en común. En últimas, quien no participa en política la sufre. Pero los diversos modos de populismos, en especial el de Estados Unidos, no requieren del pensamiento para difundirse. Su forma de crear relatos sustituye el pensamiento, es lo que el psicoanálisis llamaba “racionalización”, que Freud explicaba con este chiste: Un vecino pidió prestada una olla, pero no quiso devolverla pues la había desfondado. Ante el inspector dio esta racionalización de los hechos: “En primer lugar, yo devolví la olla en buen estado. En segundo lugar, ya estaba rota cuando me la prestaron. Y, en tercer lugar, a mí no me han prestado ninguna olla.”
Ya más de cien jueces bipartidistas en USA, han fallado en contra del supuesto masivo fraude electoral alegado por Trump, pero sus más fanáticos seguidores siguen firmes. Su problema visceral no es de racionalidad, ni esa forma de nihilismo puede ser extirpada por más información. La represión o las medidas de la criptocracia orwelliana son innocuas ante este nuevo culto de la nada en movimiento. La ley mitiga las narrativas más ofensivas, pero se convierte en amenaza global.
Advertir, eso sí, que casi no hay jóvenes milenios en esa alienación. Ellos en su mayoría han sido ganados por la otra alienación mencionada por los griegos. Sumergidos en el banal mundo del clic, disfrutan de las innegables comodidades de un mundo que se les está agotando.
Cuando se impuso el racionalismo en occidente se afirmó llegaba la luz, el inicio de una paz perpetua. Que la humanidad bien podía olvidar el pasado. Ese exabrupto llevo al terror, a la guillotina y retrotrajo al mundo a las monarquías tipo Napoleón. La alternativa la dio Rousseau que propuso el camino alterno del buen salvaje que huye de la sociedad, como hoy lo hacen los cibernautas. Voltaire le envió una carta: “He recibido, señor mío, su nuevo libro, nadie se ha propuesto con más ingenio la empresa de convertirnos en animales; la lectura de su libro despierta en uno la necesidad de andar en cuatro patas. Como yo hace ya unos sesenta años dejé esa costumbre, no me siento, por desgracia, en condiciones de retomarla.”
El racionalismo no da salida, ni la da, sin más, la Ilustración. Menos aún la puede dar la irracionalidad nihilista es decir el nihil, la nada (disculpen las etimologías) el no-ser, no-quiditas, es decir: iniquidad, como la llama el judeocristianismo.
Pero el que se interne en las visiones del culto ario de Trump tipo Q-anon, se adentra a un submundo lleno de miedos y de ira concéntrica como el infierno pintado por Botticelli.