Los cambios en un país empiezan con la transformación de cada una de las personas que viven en él
Este año caminé como nunca antes lo había hecho. Cuando uno camina, se encuentra miles de historias, sobre todo cuando el propósito de caminar es conectar. Una de las historias que más me impactó fue una discusión que tuve con un señor que hacía fila en la oficina de Chapinero del Ministerio de Relaciones Exteriores a quien le pedí su firma para mi candidatura. Me preguntó que yo qué iba a hacer por Bogotá. Le respondí que trabajaría para erradicar la violencia que sufren los niños en sus hogares. El señor me cuestionó que si lo que yo quería era que los papás le dejaran de pegar a sus hijos para “educarlos”. Le contesté que sí. Su cólera fue infinita y me dijo que mi pretensión estaba prohibida porque había que cambiar primero la Constitución.
Los cambios en un país, empiezan con la transformación de cada una de las personas que viven en él. ¿Cómo puede Colombia mejorar con unos ciudadanos que alegan por la violencia en las calles, pero el comportamiento en sus vidas privadas es similar? Por ejemplo, ciudadanos agresivos cuando manejan, que maldicen la ciudad en la que viven, que les pegan a sus hijos, que les gritan a sus parejas, que maltratan a sus subalternos o a sus jefes, que son arrogantes con quien les presta algún servicio, que no cumplen las leyes, no pagan impuestos, se cuelan en las filas, etc.
En estos días de paros y marchas, hay realidades irrefutables. Una que el cambio del sistema es necesario porque la gente no quiere ser inducida a la infelicidad y cómo funciona la educación al menos hoy en día, no está siendo útil para las competencias laborales del futuro. Una prueba de ello fueron los pésimos resultados de las pruebas PISA. Los niños colombianos no tienen comprensión de lectura, y para ello, necesitamos que los profesores asuman la responsabilidad del método de lo que enseñan y que no le transfieran esa responsabilidad al estado, como el señor de la historia que les conté al comienzo.
Otra realidad es que el clamor por el cambio en las calles, no es comprendido por los miembros del comité del paro que se abrogaron el derecho de representar a los miles de marchantes. Por ejemplo, algunos de sus miembros llevan años perteneciendo a los sindicatos de este país y ellos también tienen mucha responsabilidad en las dificultades que sufrimos como sociedad.
Esta relación sutil entre lo que pasa en las calles y en la vida privada de cada colombiano explica mucho de los que somos como sociedad. Los cambios en un país, empiezan primero en cada persona. El día que entendamos que cada persona lleva adentro el poder de traer cambios masivos a Colombia, mediante la paz y el amor interior, ese día podemos empezar a transitar por mayores niveles de bienestar. Pero primero tiene que haber una conquista individual. Lo que pasa es que es más fácil echarle la culpa a todo lo que está afuera, que hacerse responsable de las dificultades personales.
Se puede empezar por pequeños actos. Ser generosos emocionalmente, no gritar, regalar un abrazo, comunicarse con asertividad, decir la verdad, sonreír, no pegarles a los hijos, no menospreciar a los compañeros del trabajo, no insultar a la pareja, tener paciencia dejar la tacañería y la mezquindad y ser amables, es decir dingos de amor. Y para lograr lo anterior, no hay que cambiar lo constitución o redactar una ley.