“Por lo visto, no hay guardianes que defiendan la Constitución”
Ha dicho el presidente Santos en Lisboa que el Acuerdo de Paz de Colombia es “un verdadero laboratorio que puede ser útil para intentar soluciones en otros escenarios”.
En ese laboratorio todavía siguen, Gobierno y Congreso, experimentando; usando tubos de ensayo. Eso explica por qué han cometido tantos errores, particularmente en la etapa de adopción de las normas que se han venido expidiendo para la implementación de lo convenido. Como se trata de experimentar, los asesores gubernamentales no cesan de aconsejar distintas fórmulas, para que sean ensayadas, sin importar los efectos de su aplicación. Si una fórmula falla, se recomienda otra, en lo que se conoce como “teoría del ensayo y el error”.
Por ejemplo, en materia de refrendación de los acuerdos, se pensó primero en la convocatoria de una asamblea constituyente. Después se descartó, sin saber por qué. Se ensayó entonces, con el mismo propósito, la idea un referendo, e inclusive se expidió una ley estatutaria que modificó las disposiciones que venían rigiendo al respecto. Pero en septiembre de 2015, sin dar ninguna explicación, el Presidente descartó también el referendo porque “sería un suicidio”.
Se ensayó la vía del plebiscito, y el experimento salió mal para el Gobierno. Confundieron el valor de la paz con un voluminoso y abstruso documento denominado Acuerdo Final, desconocido para la mayoría, y la pregunta formulada a los votantes no giraba alrededor de elementos comprensibles que hubiesen podido ser votados con conocimiento de causa, sino que las opciones -SÍ o NO- recaían sobre el mamotreto.
Se ideó, entonces, y se puso en práctica, la polarización de los colombianos. Quienes votaran por el SÍ, a favor del Acuerdo, no lo harían porque lo entendieran y aceptaran sino porque -a ciegas- eran amigos de la paz. Quienes optaran por la negativa no lo hacían por tener reservas o por discrepar de algunos puntos del Acuerdo, sino porque eran enemigos de la paz.
Triunfó el NO. De ello se desprendía, en sana lógica, que, habida cuenta del rechazo popular al documento, este ha debido ser renegociado para pactarlo sobre bases distintas, pero los asesores aconsejaron algunas adiciones, consultadas con los que fueron llamados “voceros del NO”, y, en vez de someter al pueblo el nuevo texto, propusieron ensayar la refrendación popular (a la que se refirió el A.L. 1/16 como condición para que el procedimiento legislativo abreviado -“Fast track”- y las facultades extraordinarias entraran en vigencia) pero, eso sí, siempre que no votara el pueblo sino el Congreso, que así lo hizo sin discutir.
Para infortunio de la democracia, la Corte Constitucional, en lamentable fallo, admitió no solamente que la Constitución fuera sustituida por el “Fast track”, sino que el Congreso sustituyera al pueblo, aunque no tuviera facultades para ello.
Vendrían otros ensayos y nuevos errores: pretender que el Acuerdo de Paz era un Tratado Internacional; establecer, mediante norma constitucional (A.L. 1/16, derogado por A.L. 1/17) que el Acuerdo se incorporara como parte del bloque de constitucionalidad; “blindar” el Acuerdo con la impracticable tesis del carácter “intocable” del Acuerdo por 12 años. La Corte, en vacilante sentencia, pareció inclinarse por lo contrario en todos estos puntos.
Y seguimos con los ensayos: ahora se habla de declarar la conmoción interior si el Congreso no aprueba la ley estatutaria sobre JEP. Es fácil el experimento. Al fin y al cabo, como que, por lo visto, no hay guardianes que defiendan la Constitución.