ERNESTO RODRIGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Febrero de 2012

Una asombrosa impostura

El país asiste asombrado ante el espectáculo que brinda el expresidente Álvaro Uribe Vélez cada vez que habla ante los medios nacionales o usa las redes sociales. Es muy probable que la historia colombiana lo juzgue como a uno de sus mejores presidentes, pero lo que está siendo seguro es que lo va a considerar uno de sus peores.
Tratando de comprender al personaje y sus circunstancias es evidente que su falta de sindéresis, su ausencia de tacto, su altanero tono, su empeño en subvertir las decisiones de los jueces, han colocado en entredicho su capacidad para hacerle frente a sus opositores con argumentos lógicos, con explicaciones válidas, con razonamientos de fondo. Todavía más grave, el hecho de creer que ni él ni ninguno de sus subalternos tienen por qué responder por su conducta durante los ocho años de su mandato y que “el desvelado servicio a la patria” por parte de su entorno más cercano debe quedar inmune al escrutinio público, a los requerimientos de las otras ramas del Poder, llámense fiscales, jueces y magistrados.
Según la óptica del expresidente, no importa que para ello se tenga que pasar por encima de los códigos, de las leyes, de las normas que, a lo mejor, él mismo ayudó a redactar en sus épocas de legislador. Son códigos y leyes que todos, en un Estado de Derecho, deciden acatar y respetar como un medio de salvaguardar, promover y amparar la convivencia social. Si unas realidades procesales y probatorias proyectan unos delitos debidamente establecidos nadie está en capacidad de desconocerlos y menos quien haya ostentado la más alta representación de ese Estado y mucho menos alardear que se trata de represalias contra su gobierno por parte de fuerzas oscuras. ¡Cuánta diferencia de postura y compostura con el Precursor en su brillante defensa ante el Senado!
Por ello resulta alarmante y fuera de lugar que sea el propio expresidente quien aliente a sus subalternos a trastocar ese ordenamiento, del cual él mismo fue beneficiario y servidor. Lo más grave es que sin proponérselo, sin quererlo, repetimos, el propio expresidente está pisando esa finísima línea que distingue lo correcto de lo incorrecto y quien sabe si por ello está infringiendo igualmente alguna norma, también establecida en nuestro ordenamiento jurídico que obliga a acatar las leyes de la República y a no entorpecer su funcionamiento.
No deja de ser una impostura, un recurso retórico, de quienes afirman que las acciones ordenadas y cometidas por María del Pilar Hurtado, Bernardo Moreno y demás funcionarios del extinto DAS en contra de magistrados, periodistas y políticos de oposición, jamás existieron, o que Luis Carlos Restrepo no pudo haber cometido delito alguno porque estaba dedicado a adelantar sus patrióticos servicios al desmantelar a los grupos paramilitares que asolaban el país.
Lo lógico es permitir que sean los jueces de la República los encargados de fallar si existe o no responsabilidad de cada uno de ellos en los procesos que les siguen, por acción u omisión de sus funciones.
Lo imperdonable. El expresidente Uribe Vélez tiene asegurado su sitial en la historia. Es cuestionable que, por obstinado y terco, ensombrezca y dilapide su legado...