En los primeros meses de la administración Trump, su gobierno ha tenido mejores logros en lo internacional que en lo interno.
Si hacia el interior de los E.U los cambios pretendidos -como la reforma del Obamacare, los decretos antiinmigración y el muro mexicano-, han incrementado la incógnita sobre si con su impredecible liderazgo logrará sus propósitos, en el escenario internacional ha tomado unas sorpresivas decisiones cuyos mensajes están contribuyendo a avanzar estratégicamente no en la dirección del “America First”, sino en la de una especie de “América recuperando superioridad moral””. De esta manera ha desconcertado tanto a los opositores, quienes le han criticado un supuesto aislacionismo internacional, como a quienes lo han visto como una especie de vaquero a rajatabla.
El bombardeo con 59 misiles Tomahawk a la base aérea de Shayrat en Siria que produjo daños solo a infraestructura militar y contadas víctimas castrenses, fue una operación que bien podría denominarse como de “retaliación humanitaria” puesto que desde dicha base se habían lanzado los ataques aéreos con armas químicas contra la localidad de Jan Shijún produciendo la muerte de cerca de 100 personas, mayoritariamente civiles incluyendo al menos 9 niños. De esta manera el mensaje fue contundente: mientras el régimen sirio mata indiscriminadamente civiles con armas químicas, el gobierno de EU castiga la flagrante violación del DIH por parte del régimen de Bashar Al Asad, haciendo uso racional y proporcionado de su fuerza militar.
Pocos días después viene el lanzamiento de “la madre de todas las bombas” (no nuclear), en Nangarhar (Afganistán) bajo la justificación de combatir una de las ramificaciones del Estado Islámico (EI). Según informes de prensa la bomba mató 95 de sus combatientes y destruyó cuevas y túneles bajo tierra empleados para el refugio y movimiento de los yihadistas. Si se tiene en mente que en esos mismos días Trump se reunía con el primer ministro chino, el mensaje fue dirigido no solo al EI, sino también a Corea del Norte.
Pyongyang y Washington viven una escalada de intimidación verbal que ha creado un clima de tensión propio de la Guerra Fría. Ello también ha incluido ensayos con proyectiles nucleares por parte de Corea del Norte que sirven para mostrar su fuerza armamentística hasta el punto de que la amenaza de un ataque nuclear no había estado tan presente como ahora desde 1962, cuando tuvo lugar la crisis de los misiles en Cuba.
Así pues, con el ataque en Afganistán la administración Trump al mismo tiempo que castigó a combatientes del EI -cuyos miembros han llegado a mostrarse orgullosos de degollar “civiles infieles”- le dijo al régimen de Kim Jong-un que no está dispuesto a seguir aceptando la violación del tratado de no proliferación de armas nucleares y para eso puede contar incluso con el apoyo de China.
Eso sí, esperemos que las decisiones estadounidenses estén enmarcadas en una estudiada estrategia de contención.