Los reveses de Putin, triste consuelo para Europa | El Nuevo Siglo
EL PRESIDENTE ruso Vladimir Putin ha dicho que está dispuesto a hablar con Donald Trump, sobre el fin de la guerra en Ucrania, pero con unas condiciones para él irrenunciables./Archivo AFP
Viernes, 27 de Diciembre de 2024
Joschka Fischer*

BERLÍN – No hay duda de que la elección de Donald Trump como 47 avo presidente de los Estados Unidos ha llenado de esperanza al presidente ruso Vladímir Putin.

El líder republicano estadounidense es, desde hace mucho, un admirador declarado de ese mandatario y ha dado abundantes indicios de que pondrá fin a la política del presidente Joe Biden de proveer a Ucrania un importante apoyo material (en la forma de armas, inteligencia y financiación) para ayudarla a defenderse de la agresión rusa.

Además, el vicepresidente elegido por Trump, el joven J. D. Vance, comparte sus ideas, y ha dicho que “el pueblo estadounidense no tolerará otra guerra interminable, y yo tampoco”.

Dado que los republicanos tomarán el control de las dos cámaras del Congreso y aplicarán drásticos recortes a cualquier partida de gasto que se asocie con las prioridades demócratas, el apoyo estadounidense a Ucrania terminará pronto.

Aunque nos digamos otra cosa, los europeos no podremos compensar la pérdida de la ayuda financiera y militar estadounidense a Ucrania. Nos falta voluntad y capacidad para hacerlo. Y aunque muchos han descrito los últimos acontecimientos en Siria como una derrota de Putin, eso no los convierte en una victoria para los ucranianos y Europa.

Es verdad que con la caída de Bashar al‑Asad, Putin ha perdido un aliado clave; y otro socio importante, Irán, se ha debilitado en gran medida estos últimos meses. La victoria de las fuerzas opositoras sirias deja a Irán sin un corredor terrestre directo hacia el Líbano y el Mediterráneo.

Además, los israelíes han provocado graves daños al “eje de resistencia” iraní, con la eliminación de los altos mandos de Hezbolá y Hamás y de las principales defensas aéreas de Irán en su territorio.

Tras la caída del régimen de Asad, Rusia ha comenzado a retirar sus fuerzas de las bases aéreas y navales que tenía en la costa siria del Mediterráneo, con lo que pierde canales esenciales para abastecer a las fuerzas que ha desplegado en varios países africanos. Es un duro revés para un líder con ambiciones de poder mundial.

Lo único que podría mitigar, en parte, la derrota estratégica que ha sufrido Putin en el Mediterráneo oriental sería un “pacto” con Trump. Por ejemplo, el nuevo gobierno estadounidense podría buscar un gran acuerdo con Rusia, por el que esta colaboraría con los esfuerzos de Estados Unidos e Israel en pos de poner fin al programa nuclear iraní, a cambio de una victoria parcial en Ucrania que le permita mantener algo de prestigio.

Otras opciones

Pero la llegada de Trump a la Casa Blanca también puede dar vía libre a Israel para atacar las instalaciones nucleares iraníes. ¿Podría el régimen iraní sobrevivir políticamente a semejante ataque, en vista de su evidente debilidad?

Esta eventualidad sería catastrófica para los sueños de influencia global de Putin, porque cambiaría por completo el papel de Rusia en Medio Oriente y en el escenario internacional. Confirmaría la despectiva descripción que hizo el expresidente estadounidense Barack Obama cuando dijo que Rusia es una “potencia regional”, y no una gran potencia. Rusia seguiría teniendo un socio poderoso en China, pero la valoración del gigante asiático sobre la importancia de su vecino del norte quedaría muy disminuida.

Pero otra posibilidad es que Trump se limite a ceder ante Putin y obligue a los ucranianos a negociar un alto el fuego y ofrecer concesiones territoriales, sin ninguna garantía efectiva de seguridad por parte de Occidente. Un resultado tan grotesco alteraría todavía más la arquitectura de seguridad europea. Aunque la OTAN seguiría existiendo, su relevancia estaría en entredicho mientras Trump sea presidente.

La seguridad europea dependería, entonces, de la seguridad ucraniana. Su prosperidad y su estabilidad futuras quedarían ligadas a un frágil alto el fuego, que en nada ayudaría a contrarrestar la amenaza constante de la guerra híbrida rusa.

Es decir que, en la perspectiva de Europa, la idea que tienen Trump y Vance de la paz será cualquier cosa menos eso. Europa seguirá enfrentada a grandes riesgos para su seguridad y su cohesión interna, pero ahora los afrontará sola.

¿Qué hará Putin con el respiro ofrecido por una suspensión de hostilidades? ¿Qué efecto tendría sobre Europa que la situación en Siria se deteriore y se produzca otra crisis de refugiados como la de 2015?

Ante tanta incertidumbre, la única alternativa para los europeos es hacer inversiones importantes en rearme y seguridad; aunque esos desembolsos serán más difíciles en un contexto de crecimiento vacilante y nueva guerra comercial.

Hacer campaña con la consigna “Estados Unidos primero” es fácil cuando de las tensas zonas de conflicto de Europa del Este y Medio Oriente te separan océanos y miles de kilómetros de distancia. Pero los europeos no tenemos esa suerte, y ya no nos quedan excusas para la autocomplacencia.

(Traducción: Esteban Flamini)

*Exministro de asuntos exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005. Fue durante casi veinte años uno de los líderes del Partido Verde Alemán.

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