Donald Trump, el próximo presidente republicano, es el personaje público que produce hoy mayor controversia, no sólo en su país sino alrededor del mundo entero, especialmente en Latinoamérica. Un análisis de contenidos del Internet, espacialmente en sus redes sociales de mayor acceso, nos demostraría como este el denominativo más frecuentemente atacado en una inmensa proporción.
Los expertos estiman que jamás en la historia reciente un político había sido un blanco tan asediado y criticado por toda clase de motivos.
Es una concatenación de circunstancias que están proyectando en la red de redes, la exacerbación virulenta de demostraciones personales e institucionales de la más cruda intolerancia y del más cruel racismo. Es un fenómeno que preocupa en forma creciente a una nación que por siglos se ha distinguido por la libertad de expresión y el libre albedrío democrático.
Pero en el caso singular que nos ocupa no ha sido siempre así. Durante su ya larga y exitosa carrera empresarial, no exenta de controversias públicas, el nuevo mandatario ha sufrido muchos altibajos y ha tenido que afrontar difíciles momentos, como lo anota en el prólogo de su último libro "Nunca tires la toalla". En esta obra se muestra como un magnate que ha sabido imponerse a la adversidad y logrado convertir en brillantes victorias lo que amenazaba ser derrotas estruendosas.
En el sector inmobiliario primero y más tarde en la televisión americana, Trump se proyecta como alguien que con disciplina, constancia, terquedad y mucha imaginación ha enfrentado y superado no pocos problemas y un sin fin de obstáculos. Esa historia nos cuenta que ha enfrentado tres quiebras, una de considerada la mayor en la historia, por los Records Guinness, al perder más de cuatro mil millones de dólares. Todo eso en la década de los noventa. Hoy su fortuna esta tasada en cerca de diez mil millones de dólares.
Si bien nació en cuna de oro y su padre le ayudó a iniciarse con un millón de dólares, se ha hecho prácticamente sólo, como sólo libró la batalla por las primarias y como sólo consolidó su triunfo en las elecciones generales. Ahora se prepara para tomar posesión del Salón Oval y ha designado un gabinete en el que sus miembros rivalizan en atesorar miles de millones de dólares. Lo curioso es que también lo componen en su mayoría antiguos críticos y rivales del magnate.
Sin embargo, a pesar del profundo escepticismo de muchos y de una cerril oposición a todo lo que él representa, sus defensores le abonan una gran visión de negocios y la manera que ha sabido capitalizar en el pasado muchas adversidades que parecían insalvables. Prometiendo hacer grande a Estados Unidos de nuevo, ha sabido convencer e incluso convertir en fanáticos incondicionales a millones de compatriotas que habían perdido su empleo y las esperanzas de un mejor vivir. Ha prometido modernizar la caduca infraestructura nacional y financiarla con inversión privada.
"Nada es fácil, pero uno tiene que mostrarse tenaz y perseverante. Hay que pensar en grande y en forma creativa para hacer realidad lo que uno se propone" es su credo. Lo prudente es darle un compás de espera.