GABRIEL MELO GUEVARA | El Nuevo Siglo
Miércoles, 7 de Septiembre de 2011

Congestión ahoga la Justicia


“Acumulación de fracasos obliga a buscar salidas audaces”


MIENTRAS  los despachos judiciales colombianos sigan atascados por la acumulación de expedientes, no habrá justicia pronta ni cumplida.
Tenemos excelentes jueces. Trabajan intensamente. Son valientes, caen en atentados personales y en sacrificios colectivos sin que la violencia los intimide.


Sin embargo, la justicia es lenta. Y justicia tardía no es justicia. Durante siglos se ha repetido que cojea pero llega. Aquí cojea y no llega ni llegará si no erradicamos la congestión.


Obsesionados por perfección normativa, los legisladores reforman códigos pensando que al cambiar unos textos por otros arrancará el motor. Pero todo sigue igual o peor, pues aunque la ley rebaje los plazos para practicar pruebas o dictar sentencia, los términos no se cumplen cuando lo ordena el parágrafo sino cuando buenamente se puede.


Tampoco es cuestión de remuneraciones adecuadas, en lo cual se avanzó, ni de dotaciones apropiadas, en lo que también se progresa, pues los efectos benéficos de asignarles sueldos respetables a los jueces, entregarles computador y usar software especializado solo penetran en mínima parte la gruesa muralla de la congestión.


Si no hay un ataque frontal a la congestión, los otros remedios serán meritorios pero insuficientes. Nueve mil quinientos expedientes que ingresan cada día atascan la rama judicial, y no hay cómo seguir su ritmo porque ningún juez está en capacidad de fallar, ni bien ni mal. Dos millones trescientos cincuenta y cuatro mil quinientos cuarenta procesos con que comenzó el año 2011 son un peso demasiado grande para el sistema jurídico vigente y para su estructura judicial.


Las reformas judiciales apenas arañan la superficie del problema y si el país no entiende que situaciones críticas, como la de nuestra justicia, exigen soluciones fuera de lo tradicional, estamos condenados a no tener justicia. Y si no hay justicia no hay país.


La acumulación de fracasos nos obliga a buscar salidas audaces. Podría, por ejemplo, habilitarse a juristas de probadas calificaciones para que actúen como jueces, en los casos que se les asignen, utilizando su montaje profesional y supervisados por antiguos magistrados de reputación impecable. O asignarles a los consultorios jurídicos de las universidades el trámite de procesos de cuantías menores, incluyendo el proyecto de sentencia, que sería revisada y expedida en firme por magistrados designados para esa función específica. O incorporar a cada despacho el número de jueces y magistrados auxiliares que sea necesario para ponerlo al día, con una logística ágil que permita iniciar labores sin demora.
Si esperamos hasta cuando el sistema que condujo a la congestión se vuelva por sí solo descongestionador, la justicia seguirá cojeando más y llegando menos.