Los congresos de universidades hoy son un poco aburridos sin la presencia de valores como Octavio Arismendi, Fernando Hinestroza, Gabriel Betancur Mejía, Jaime Sanín Echeverry, José Consuegra Higgins, José Galat y otros pocos nombres polémicos. Ver a estos intelectuales discrepar sobre los más diversos temas y especialmente sobre “la educación”, era todo un espectáculo de altísimo nivel, de esas enriquecedoras controversias, surgían tesis, teorías y planteamientos nuevos.
En otros foros, como el famoso espacio denominado “El juicio” en TV, Alberto Abello, Bernardo Gaitán Mahecha, José Galat y Antonio Cancino Moreno analizamos asuntos relacionados con la justicia y le ganamos a Humberto De La Calle. Sin demeritar a los participantes, José Galat impactaba por su honda formación filosófica, su ilustración y la rapidez con que interrogaba o interpelaba, creando novedosos escenarios. Todo organizador de simposios, mesas redondas, conferencias y paneles con José Galat, asegura una excelente concurrencia.
Las ideas más avanzadas en el campo educativo corresponden a José Galat. Fue el primero en sostener que la universidad elitista, señorial y patrimonio de unas cuantas familias privilegiadas, violaban el derecho fundamental al conocimiento de las inmensas mayorías de escasos recursos económico. Yo he sostenido que es débil, mediocre el argumento según el cual, un estudiante que después de una dura jornada agotadora, recibe clases por la noche, lo hace debilitado y rendido por el cansancio, convirtiéndolo a la larga en un profesional de quinta. Tampoco era aceptable la crítica según la cual la masificación académica bajaba el nivel de los programas universitarios. Esto se refuta así. Una cosa es democratizar con responsabilidad la formación superior -todos tenemos derecho a unas mismas oportunidades- y otra masificar pensando más en el volumen que en la calidad. Lo esencial en el estudiante, no es que este fatigado, sino la gana y la ambición de conocimientos con que se escucha al buen catedrático.
José Galat ha probado hasta la saciedad, la excelencia académica de los egresados grancolombianos. Hoy mismo un 30% de los magistrados, jueces, y fiscales, asesores y funcionarios destacados del país son egresados grancolombianos. Estos doctores, en una buena proporción son tratadistas, autores de obras de consulta fogosa. El actual Rector Santiago Castro y el secretario general doctor Marco Tulio Calderón, repiten que no hay excelencia sin exigencia. Los docentes del claustro son los mejores y sus hojas de vida brillan en lo ético y en lo científico. Con grandes educadores siempre logramos profesionales excepcionales. La mayor tragedia hoy para el egresado es la falta de empleo. Pues todas las estadísticas indican que de cada diez egresados grancolombianos, ocho se ubican en el sector público, privado o mixto. Una buena proporción siguen el aforismo popular “patos al agua”, es decir trabajan independientemente. Yo, me precio de haber actuado desde la arena con tanto éxito, que siempre he dirigido un grupo de abogados. Pensamos que se nace para dar puestos, no para mendigarlos; para crear riqueza, no para suplicarla. Como la preparación que se nos suministra es óptima, las herramientas de que disponemos nos capacitan para luchar ventajosamente en la libre competencia. El seguro de sí mismo supera todas las dificultades, el timorato sucumbe.
La universidad La Gran Colombia construirá un edificio en la calle 45 con carrera 9ª, con toda la tecnología moderna, auditorios, aulas y salones, con avanzada tecnología para beneficio de los estudiantes y docentes. La Gran Colombia está entre los primeros centros académicos.