María Clara Ospina
En el Estado de Utah, en el centro oeste de Norteamérica, se encuentran algunos de los parques nacionales más espectaculares de los Estados Unidos, entre ellos Zion, Bryce, Canyonland y Arches.
Estos parques se caracterizan por el color rojo encendido de sus tierras y sus formaciones rocosas; por la belleza, extravagancia y variedad de las formas que millones de años de cambios geológicos y erosión forjaron.
Aquí se encuentran cientos de arcos y puentes naturales de todos los tamaños; cañones profundos por donde discurren los ríos Colorado y Verde; pináculos de gran altura que se pueden ver a kilómetros de distancia, muchos de ellos coronados por rocas inmensas, que se sostienen haciendo un inverosímil equilibrio sobre sus cúspides; terrazas escalonas y gargantas de colores increíbles, como pinceladas de un dios artista.
La vegetación y la fauna de esta tierra de desiertos jamás dejan de maravillarnos. Venados, cabros y zorros de diferentes especies, algunos pumas, serpientes y otros reptiles, inclusive la peligrosa cascabel que se anuncia con el sonajero de su cola, así como águilas, halcones y búhos que tienen un festín de pequeños mamíferos que pueblan las rocas.
Es este el lugar perfecto para los amantes del senderismo, de la navegación en balsas o kayaks por rápidos encañonados entre altos acantilados y del escalamiento de riscos y peñascos.
Aquí vienen astrónomos y aficionados del firmamento esplendoroso de noches profundamente oscuras y cielos completamente claveteados de estrellas, algo únicos de lugares como estos, donde no existe la polución de luces producida por las ciudades.
Vinimos a deleitar los ojos y el espíritu ante la belleza de la naturaleza. Atardeceres y amaneceres que combinan todos los rojos, fucsias, ocres y naranjas posibles durante el nacimiento del sol, o su caída sobre tierras y rocas de esos mismos colores. Algo único de ver: tierras, rocas y cielos colorados como brasas encendidas. Aquí quiere uno despertar todos los días con los primeros rayos de sol para no perderse ni un momento.
En Arches (Arcos), llamado así por encontrarse en él más de 300 arcos y puentes naturales, tomamos un globo aerostático para sobrevolar este parque y algunos de los parques vecinos, de acuerdo hacia donde nos llevara el viento. La inflada del globo, con aire caliente, demoró poco más de media hora hasta que estuvo completamente erguido. Entonces montamos en el canasto, soltaron las amarras y comenzó nuestro sobrevuelo sobre maravillosos paisajes, cada uno más bello que el anterior. El piloto, con gran maestría, hacía descender o ascender el globo, adicionando más o menos calor, para navegar entre cañones o sobre la cuenca de los ríos. Volar en globo es una de las cosas más bellas que se pueden hacer ¡Inolvidable!
También navegamos los rápidos en balsas de hule, terminamos empapados pero completamente emocionados. En 4X4 recorrimos riscos y cañones apartados y pudimos apreciar los múltiples geoglifos que atestiguan la existencia de pobladores en estos inhóspitos lugares, muchos siglos antes de la llegada de los colonos europeos.
Expertos guías nos explicaron los aspectos geológicos que dieron pie a la formación de estos desiertos colorados hace millones de siglos. En las noches nos deleitamos admirando la Vía Láctea, la esplendorosa Estrella del Norte y millones de astros más.