Glosas a la barbarie (XIX) | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Enero de 2021

Una vida sin principios y sin reglas, sometida a las solas necesidades materiales, subyugada por todos los caprichos, es indigna de un ser racional y propia al animal que perdura en la ignorancia de toda razón (Gómez Dávila, Notas).

La educación familiar o educación de la primera infancia es el centro del desarrollo humano y, lamentablemente, se barbarizó en plétora, pues recogió lo peor de la cultura y de la educación, es decir, el desprecio por las artes liberales y por las ciencias sagradas, de una parte, y la idolatría por la cosmovisión de la izquierda intelectual, de otra. Pero a todo ese desastre le agregó otro más infausto: la narcocultura.

Sobre esto se ha escrito mucho. Con todo, apenas sintetizo lo importante, y lo enumero: 1) la narcocultura es un estilo de vida o modo de ser que considera, como fines últimos o realizaciones existenciales, el dinero y el poder; 2) acorde con lo anterior, la narcocultura implica una teoría de la existencia (metafísica), de la moral (ética) y del gusto (estética), determinadas por el tener; 3) la narcocultura es internacional, pero no global. Esto quiere decir que existe en todo el mundo, pero no en todos los países se admira. De hecho, en muchos repugna, con toda razón, por lo que no puede aseverarse que es un fenómeno de aceptación global; 4) la narcocultura ha ganado fuerza en Iberoamérica y penetrado en todas las esferas de la cotidianidad y de la institucionalidad de los países que más han tenido problemáticas de narcotráfico.

Ahora bien, la narcocultura se caracteriza por concebir todo triunfo personal y colectivo en la ganancia y reproducción de dinero y de poder; adquisiciones que se utilizan para consumir mercancías y exhibirlas como sinónimos de estatus y de éxito. En palabras simples, la narcocultura es una filosofía del tener, que no del ser, porque los ciudadanos y políticos narcoculturizados no desean ser más, sino tener más. Gabriel Marcel, el filósofo existencialista cristiano, hizo una distinción respecto de confundir el ser con el tener. Explicó la equivocación de darle valor de ser a lo que únicamente pertenece al tener. Esta confusión, consideró Marcel, hace que las personas piensen las relaciones con los otros (padres, hijos, esposos, parejas, Dios) y consigo mismos (responsabilidad, fe, conocimiento, amor), como bienes de los que se puede disponer, abusar y desechar.

Erich From, el psicólogo humanista de origen alemán, continuó la reflexión de Marcel, aunque ya no desde el análisis filosófico y teológico, sino social, antropológico y psicológico. Su estudio concibe el ser y el tener como dos modos radicalmente opuestos de existir y de conectar con el mundo. Mientras que el modo de existencia de ser entrelaza una relación viva y auténtica con la vida opuesta al tener y a lo aparente, el modo de existencia de tener labra un trato de posesión y propiedad que oprime la libertad: “…deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo” (E. From, ¿Tener o ser?). *Jurista y filósofo