Los mares en Colombia cubren un área geográfica de 950 mil kilómetros cuadrados. Para hacernos una idea, en los mares colombianos cabría tres veces Alemania, 1.5 veces un España y algo así como cuatro veces el Reino Unido. En América del Sur, Colombia tiene el privilegio de tener salida al Caribe y al Pacífico; son 12 departamentos y 47 municipios los que tienen salida al mar, entre los que se destacan Tumaco y Buenaventura en el Pacífico y Cartagena, Barranquilla y Santa Marta en el Caribe. Sin embargo, hoy las regiones marítimas en Colombia se encuentran rezagadas con respecto al triángulo más industrializado que conforman Bogotá, Medellín y Cali y los municipios andinos. De forma desconcertante, para ver el mayor nivel de desarrollo hay que subir a los 2.600 metros sobre el nivel del mar de Bogotá y alejarse de las costas.
En Colombia, el mar ha sido visto fundamentalmente para tres actividades: los puertos, el turismo y la pesca, con limitada investigación científica marítima e innovación. La mayoría de los municipios marítimos en Colombia tienen indicadores de pobreza monetaria superiores al 60%, deficiencias en conectividad, problemas de seguridad y un peso cada vez menor en la economía nacional. Algunos estudios dan cuenta de este último fenómeno: Sólo el 5.8% del PIB de Colombia podrían ser clasificadas como economía azul. De los 47 municipios costeros, solamente 13 están en condiciones de prestar servicios turísticos conforme a los lineamientos del Gobierno Nacional; la industria pesquera colombiana es 19.5 veces más pequeña que la peruana y nueve veces menor que la ecuatoriana, que tiene una tercera parte de los mares colombianos.
En 2018, Ecuador exportó 6.000 millones de dólares en productos pesqueros, mientras Colombia exportó solamente 50 millones de dólares en el mismo año. El país ha dejado pasar la oportunidad de desarrollar un sector pesquero industrial, competitivo y que tiene el potencial de ser una de las mayores fuentes de empleo en los municipios costeros, en gran parte por la ausencia de incentivos y políticas gubernamentales que impulsen al sector.
Este panorama se repite en la investigación oceanográfica, en donde una entidad tan relevante como Invemar sólo recibe 17.000 millones de pesos para hacer su tarea. Esa baja inversión, además, limita el conocimiento sobre las especies marinas. Para tener una referencia, en España la investigación oceanográfica recibe el equivalente a 240 mil millones de pesos. Así las cosas, tampoco hay un gran estímulo a la producción científica ni a la creación de una oferta académica en temas relacionados con el mar y las posibilidades económicas reales que tiene.
La economía azul plantea que el mar puede ser una fuente sostenible de riqueza para los países a través de actividades como la pesca, los astilleros y el transporte marítimo, el turismo, la investigación marítima y la innovación; según el Foro Económico Mundial, los mares constituyen la séptima economía del mundo, pero Colombia se encuentra lejos de aprovechar esas oportunidades. Parece que deliberadamente hubiésemos determinado crecer de espaldas a los océanos, ignorando problemas sociales, económicos y ambientales como la erosión costera. Hoy la invitación es que el Gobierno Nacional y el sector privado volquemos esfuerzo hacia los océanos y potenciemos la Economía Azul en Colombia.