HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Abril de 2012

Conquista su destino

Geográficamente Caldas es un departamento muy quebrado. Recibió su nombre en homenaje al gran prócer Francisco José de Caldas.
Impresiona asomarse por encima de las empinadas crestas de las montañas caldenses -lo he hecho varias veces-, cortadas en el momento en que las nubes parecen coronarlas, pues si desde la lejanía ofrecen hermoso espectáculo, al estar cerca se aprecian como algo real y tangible. Este paisaje arisco y bravo ha endurecido al caldense en el diario batallar y lo ha encariñado con su terruño.

 

El valor, la nobleza, la hidalguía, la caballerosidad nacen de la misma fuente: el trabajo que educa y dignifica. El caldense, formado a base de esfuerzo y sacrificios, no le teme a la adversidad. La familia caldense está unida por el afecto, a cuyo mágico embrujo se congregan padres e hijos a experimentar las alegrías y sinsabores de la vida.
Antes de la poderosa industria cafetera, el centro de gravedad de la economía estaba en el oriente. Por el café, la hegemonía financiera pasó al occidente colombiano. Con las primeras divisas cafeteras se compraron las máquinas textileras que impulsaron la industria antioqueña. El café internacionalizó la economía nacional.  
A través de la adustez del caldense afloran las grandes cualidades morales y sus bruñidas prendas sociales. Incansable en el trabajo, leal a la palabra empeñada, consecuente en la amistad. La transparencia del paisaje se le ha metido en lo más hondo del alma y por eso mira de frente al interlocutor. Jamás retrocede ante el reto o el desafío. En la época de la violencia rubricó sus hazañas con episodios de leyenda.
Un pueblo no se hace realmente grande sino por la austera práctica del deber moral, es decir, por el creciente acopio de valores ético-espirituales. La fuerza espiritual constituye el ingrediente esencial en la superación de todas las empresas humanas.
El destino vital de un pueblo depende en definitiva de cuáles sean sus genuinos sentimientos y las propensiones afectivas de su carácter. Caldas es la patria de los hombres de empresa. La maravillosa cultura del café así lo evidencia.
En todos los hogares caldenses se venera la memoria de los antepasados, se les rinde exaltado culto y a la hora de las reminiscencias suelen fluir, de labios agradecidos, las cálidas alusiones a los hechos ejemplares de sus vidas. Tal la razón para que sea esta una de las parcelas colombianas con más definida fisonomía propia con más recia y afirmativa personalidad en la lucha por la conquista de su destino histórico.