HUGO QUINTERO BERNATE | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2011

 

Atravesados

 

Una reciente noticia originada en Bucaramanga daba cuenta del extraño incidente ocurrido en el aeropuerto de esa ciudad donde un pasajero al que lo dejó el avión, no encontró mejor forma de solucionar el tema que burlar los controles de seguridad, ingresar a la pista y atravesársele al avión para evitar que despegara sin él. Según lo informa la prensa, el pasajero retrasado ahora enfrenta un proceso penal por “desvío de aeronaves” que tiene una pena mínima de 13 años de prisión.

No es la primera vez que en un aeropuerto colombiano ocurre un incidente de semejante magnitud. Hace unos años en Bogotá, unos “empresarios”, antioqueños para más señas, tampoco encontraron mejor forma para solucionar el retraso de un vuelo,      que ingresar a la cabina del avión y emprenderla a golpes contra el piloto de la aeronave.

Ese par de sucesos saltaron a las páginas de noticias, porque es absolutamente extraño en un aeropuerto, que es un sitio habitualmente seguro por estar sometido a estrictos controles de seguridad, un pasajero o las autoridades se comporten como si estuvieran en el terminal de buses del pueblito más apartado del país.

El caso del pasajero en el aeropuerto de Bucaramanga habla muy mal del viajero, de su estado mental, de su desespero o de su insania. Pero habla aún peor de la negligencia de las autoridades encargadas de velar por la seguridad de ese terminal aéreo y sobre todo de áreas que deben ser restringidas o, por lo menos, estrictamente controladas.

De la seguridad aeroportuaria hace mucho rato viene hablándose en Colombia, desde aquellas épocas en que el mejor lugar para que los sicarios del paramilitarismo y el narcotráfico actuaran impunemente eran los aeropuertos o los aviones mismos. José Antequera y Ernesto Samper fueron víctimas de un atentado en pleno aeropuerto El Dorado. De allí despegó el avión en el que mataron a Carlos Pizarro y de allí mismo salió la aeronave con destino a Cali que las bandas narcotraficantes de la época volaron en pleno vuelo, sin que hasta la fecha se haya sabido quiénes y de qué rango fueron los funcionarios públicos que necesariamente debieron participar en la comisión de semejantes hechos. Es curioso que los sicarios de entonces que son testigos de hoy, recuerden todo, menos los nombres de los funcionarios aeroportuarios que entonces facilitaban sus fechorías.

El pasajero que en Bucaramanga “burló” las medidas de seguridad para acceder a la pista y atravesársele a un avión de pasajeros es la prueba de que el problema de la falta de seguridad o el relajamiento de los protocolos sigue existiendo. ¿Quién les garantiza hoy a los usuarios de esos aviones que viajan seguros, si a su pista puede colarse cualquiera? Por menos que eso, en un país serio ya se habría tenido que ir, como mínimo, el administrador del aeropuerto.

Pero esto es Colombia, donde nadie renuncia y menos en la Aerocivil, donde por mal que les vaya, siempre pueden ascender a gobernadores o incluso a presidentes.

Twitter:@quinternatte