ARRECIFES
Paralelismos
La reciente visita político-apostólica de S.S. Benedicto XVI a Cuba ha vuelto a alborotar las mismas voces de la derecha que desde 1959 han sentido la revolución cubana como una piedra en el zapato y añoran el regreso de los herederos de Batista que se broncean en las playas de Miami.
Esas voces que denuncian la pobreza en las calles de La Habana y se la cobran caro por ser comunista, igualmente callan ante la miseria de Haití o la corrupción dominicana, supuestas democracias capitalistas políticamente correctas. Son los mismos desde hace 50 años, con más edad que la de alguno de los Castro y otros con menos años, pero con el mismo radicalismo ideológico.
Más allá de esos fanatismos ideológicos es evidente que la revolución cubana puede (¿o podía?) mostrar mejores índices sociales de salud, nutrición infantil, alfabetismo o educación que los de cualquier país iberoamericano, aunque con un altísimo costo en materia de libertades públicas.
La de expresión es la que más persiguen las dictaduras de izquierda o de derecha. En la reciente visita del Papa a Cuba, las detenciones de opositores a los que las autoridades “guardaron” para impedirles acudir a las misas, contactarse con periodistas extranjeros o simplemente por silenciarlos, no se limitó a la ya célebre golpiza a Carrión López por gritar abajos al comunismo, sino que incluyó las detenciones de Ismael de Diego -cineasta; Alejandrina García, Laura Labrada y otras 6 Damas de Blanco-; Didier Santos -productor de Matraca-; Claudio Fuentes -fotógrafo-; y el silencio y bloqueo que le impusieron a la reconocida bloguera Yoani Sánchez. En Cuba esconden opositores, de la misma manera que en nuestra Cartagena ocultarán a los indigentes o a los pobres para que no “desluzcan” la ciudad en la próxima visita de Barack Obama.
Es curioso, pero esos silencios impuestos o esas censuras punitivas no son extraños a la Iglesia Católica y sobre todo a quien ahora encarna el Papado. Joseph Ratzinger, antes de convertirse en Benedicto XVI, era un severo cardenal desempeñándose como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el anterior Santo Oficio), en cuyo ejercicio jamás le tembló la mano para imponer el silencio a cualquiera que oliera a Teología de la Liberación o que simplemente se apartara, así fuera un ápice, de la ortodoxia que él vigilaba.
Leonardo Boff es tal vez su perseguido más cercano a nuestra realidad latinoamericana, pero por su cadalso también pasaron Hans Küng, John Sobrino y hasta Ignacio Ellacuría, antes de su martirio a manos del ejército salvadoreño. La censura y la persecución no son extrañas al Papa Ratzinger y debe ser por eso que las ocurridas en Cuba con motivo de su visita, le merecieron tan poca atención.
No deja de ser curioso que el comunismo y la jerarquía católica se entiendan tan bien en muchos aspectos. El propio Fidel, durante la visita de Juan Pablo II, reclamaba que el comunismo no era más que la aplicación práctica de la doctrina social de la Iglesia. No creo, pero sí estoy seguro de que la persecución a la libertad de expresión, no es más que la reedición civil de la inquisición.
@quinternatte