Importante libro sobre Álvaro Gómez | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Agosto de 2019

Arnoldo Toynbee con autoridad académica sostiene: “Los estados de conciencia colectiva, las impregnaciones ideológicas de los pueblos, los contagios sentimentales de las naciones, cristalizan en hombres excepcionales, como las montañas culminan en los picos, sin los cuales no se hace la historia”.

Lo anterior es exacto. Sin la rebeldía del pueblo granadino, sin el descontento unánime de las masas, sin el odio a las desigualdades impuestas por la monarquía española en América, los líderes y los caudillos poco éxito hubieran logrado. La acción transformadora de la masa necesita de los líderes audaces y apasionados para convertir en hechos concretos sus ambiciones, sus anhelos y sus deseos de progreso.

Álvaro Gómez fue todo un líder, carismático, sólidamente estructurado, apasionado por el país y siempre deseoso de convertir en realidades sus ideas, programas y proyectos. El prestigioso escritor Juan Esteban Constaín ha entregado un libro de enorme interés. Abunda la información, la precisión y la seriedad en el planteamiento. Yo, sobre Gómez Hurtado hice algunos planteamientos, haciendo énfasis en lo que coincidía y en lo que se diferenciaba de la ideología de Dr. Alfonso López Michelsen. En mi estudio he resumido un argumento sociológico de enorme interés, sobre la violencia política colombiana.

El hecho histórico es el siguiente: En 1930 el conservatismo, partido mayoritario en esa época, al dividirse con Guillermo Valencia y Vásquez Cobo, pierde el Ejecutivo, pero sigue dominando Senado y Cámara.

Esto produce un fenómeno muy explicable. El liberalismo lucha por triunfar para conquistar la mayoría en el Parlamento. El conservatismo se empeñó en mantener su poder electoral dominante en el país. Es cuando Roberto Urdaneta Arbeláez dijo: el conservatismo cree que no ha perdido nada -solo el ejecutivo- y el liberalismo piensa que ya lo tiene todo. Esta emulación a nivel regional en algunas zonas belicosas, da origen a la violencia.

Hubo heridos, muertos, desplazados.

En 1946 se produce una representación histórica. El liberalismo mayoritario pierde el Ejecutivo con Ospina Pérez y conserva la mayoría en el Parlamento. Los dos partidos rivalizan. Los conservadores para conquistar el Congreso y los liberales actúan para mantener mayorías nacionales.

Este enfrentamiento en los pueblos nadie lo puede evitar. Se desborda. Pero vienen otros ingredientes. Está al rojo vivo la lucha EE.UU y Rusia. En 1948 se organizan la OEA para combatir la penetración comunista. Asesinan a Gaitán. El liberalismo en explicable estado de “ira e intenso dolor” piensa instantáneamente que lo eliminó el gobierno azul. Matan a jefes de la derecha en diversos municipios. La policía se subleva contra el presidente Ospina Pérez. Nace una guerrilla liderada por amigos cercanos de Gaitán y otros agitadores. Se repite que en esta fecha hubo más muertos que en una guerra civil (Montaña Cuéllar y Gerardo Molina lo sostienen en documentos) pero los muertos fueron conservadores por pensarse equivocadamente que la derecha manipuló el magnicidio, lo que se demostró que era un enorme error.

Estos elementos, sumados a otros temas de fondo fortalecieron la violencia. Todas las guerras por si solas generan otros factores de violencia.