Sicológicamente se afirma que el proceso inicial del desarrollo vital se concreta en tres categorías, notablemente complementarias, en la formación psíquica del ser humano: “el ello, el yo y el súper yo”. Teoría instruida por Freud en su programa del sicoanálisis, deduciendo las primarias necesidades inconscientes y conscientes. Principios que se deben considerar y aplicar para educar razonablemente a los recién nacidos.
El comentario viene a cuento a raíz de un fenómeno que suspende la emoción de solidaridad, respecto a la confraternidad con el prójimo. En las vías públicas, especialmente en las ciudades mayúsculas, es frecuente encontrar gentes que alzando un niño impactan a los transeúntes, pidiéndoles auxilios, supuestamente para sustentar al infante, abandonado de atención del Estado Social de Derecho. El texto bíblico, en sus dos capítulos trascendentales, el antiguo y nuevo testamento, predica educar a la juventud para impedir que se actué sexualmente, instintivamente de manera irresponsable; ¡el ejemplo de Abram o José!
También, esa misma anomalía se advierte entre quienes padecen insuficiencias económicas y, por lo mismo, deben abandonar sus aspiraciones y concretarse a trabajar en empleos de mediocridad para obtener un salario que permita adquirir lo mínimo para no morir de hambre.
El embarazo, corrientemente, es una suerte no resuelta conscientemente y si, más bien, producto de una acción instintiva, por satisfacer el apetito sexual. Esta anomalía social, en Colombia, fue reconocida en el gobierno de Alberto Lleras Camargo y él, sensato de ese trastorno, acogió la política que mundialmente, derivada de la segunda guerra mundial, promovía el control natal. Entre otras causas porque en esa década del 60 aparecieron una serie de medios anticonceptivos, resumen de la explotación demográfica que se asilo al súper yo, es decir, convencer a las parejas que tienen el derecho de satisfacer su instinto sexual, pero no fecundizar irresponsablemente, si no se tienen las capacidades para educar efectivamente a la criatura engendrada.
La iglesia católica se opuso, en asocio con el partido conservador, radicalmente a esa política del presidente y de ahí en adelante, el plan que estaba adelantándose ciertamente se cayó y ahora no solamente se está aumentando ese disturbio social, la prohibición del aborto desequilibra a la madre y al padre, originando unos daños de toda clase social y política. La noticia del fin de semana denuncia la proliferación de hijos, especialmente entre los migrantes venezolanos, acopiados por la miseria.
El traslado del habitante rural al sitio urbano, consecuencia de los dramas de desorden público, injerta en las ciudades a las gentes, principalmente los jóvenes, y ese medio excita las apetencias eróticas y de ahí se emanan los múltiples nacimientos de seres humanos que no cuentan con respaldo de los padres, ni cultural ni económicamente, sumada la prohibición penal del aborto. De manera que las estadísticas, denuncia el Dane, crecen exageradamente y sin las garantías sociales propias de un Estado Social de Derecho. Ese estudio constata que el número de menores de edad que caen en ese episodio virtual es exagerado y repercutido, en salud y crecimiento educativo infructuoso.