El drama del servidor
Cómo es de fácil pontificar en columnas y editoriales, así como en comentarios a medios de comunicación, sobre lo que debería hacer una persona en situaciones difíciles. Me refiero al caso del excomisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, de quien se habla con bastante frecuencia en estos días. El argumento expresado suena tremendamente convincente: él debe poner la cara a la justicia y volver de inmediato al país a defenderse y demostrar su inocencia.
Este argumento suena lógico, y más cuando él mismo defendía tal posición de tiempo atrás. Sin embargo, no es este un caso normal y las circunstancias que lo rodean, nos hacen pensar que no hay garantía alguna de un juicio justo en Colombia.
En primer lugar cabe decir que Restrepo vive un tremendo drama. Él es aquel que en representación del Estado desmovilizó a 30.000 terroristas, y que en “agradecimiento” ahora el mismo Estado lo trata como el peor criminal del mundo, incluso con delitos que lo podrían llevar a la cárcel por un tiempo superior al de aquellos delincuentes a quienes desmovilizó. Como dice el dicho, por actuar de redentor, y servirle a la patria en un proceso tan importante, ahora termina crucificado.
Un negociador de paz de esta dimensión debiese tener una protección especial del Estado, porque su actuar posterior siempre será objeto de persecución de todos aquellos delincuentes que se vieron afectados en el proceso y que mentirán como sea para reducir sus condenas a través de “cantar” lo que nunca sucedió.
Podría llegar a entender uno que se le sancionara por un error administrativo de no haber revisado adecuadamente la desmovilización equivocada que se presentó. No obstante lo cual, siempre quedará la duda si era posible contar en aquel momento con negociaciones basadas en información total y perfecta. De hecho lo que vemos es que en dicho momento la información era incompleta y errónea, y ahora se pretende ex post juzgarlo sobre el concepto de información completa. Surge de inmediato una pregunta, cual es la proporción de narcotraficante vs. terrorismo de Carlos Castaño o de las Farc, o de similares como los Mellizos, Don Berna o Gordolindo. Seguramente en todos estos casos y en diferente proporción, el narcotráfico financia la guerra y compra bloques, pero saber la respuesta a la proporción es imposible.
Sin embargo, pasar de un error por información incompleta a los delitos de concierto para delinquir, fraude procesal, tráfico de armas y peculado a favor de terceros, es francamente absurdo y totalmente injusto.
Súmele a lo anterior en defensa del excomisionado, la real independencia de la Fiscalía para acusarlo, a sabiendas de lo que se sabe, y sus posiciones en defensa de un gobierno que tuvo diferencias importantes con la justicia, y que ésta se ha dedicado a perseguir, con y sin causas.
En estas circunstancias lo más parecido a presentarse a una “justicia cargadamente injusta” es un suicidio, y difícilmente alguien en sano juicio recomendaría éste camino.