JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 16 de Febrero de 2012

Primero, la agenda

La presencia de 34 países en la Cumbre de las Américas, prevista para abril en Cartagena, centra la atención de la cita, entre otros aspectos por ser la primera vez que en Colombia estará el presidente Barack Obama.
Es un acontecimiento histórico por su significado y contexto político y económico para las naciones de este lado del mundo occidental, en busca de consolidar nuevos esquemas de desarrollo.
Y se encienden todas las luces con expectativa por la asistencia o no de Cuba. Sin embargo, más allá, el debate de las Américas reclama atención alrededor de iniciativas de gran calado con incidencia directa en el continente.
Este certamen no puede tener más atención en el decorado que en el contenido. Sin desconocer que la presencia de los mandatarios le dará más realce, seguramente análisis mediáticos considerarán que esta será la Cumbre de más resonancia de cuantas haya realizado la OEA.
Pasan inadvertidas inquietudes que de fondo son situaciones vividas a diario en cada nación del continente, no siempre tratadas con atención, esmero y oportunidad por la Organización de Estados Americanos.
Sin difusión o con prevención, se esconden en la trastienda temas que golpean intereses de los países; sólo se registran en los encabezados de algunos medios de información y en una que otra declaración de las cancillerías.
El contrabando de toda clase de productos sigue como hace 40 años, proveniente de mercados asiáticos; de manera paralela continúa la falsificación de marcas que, con técnicas más depuradas, invadió economías locales.
Se violan fronteras marítimas para asalto pesquero en el Atlántico y el Pacífico. Los arreglos para frenar ese delito los hacen los gobiernos; recientemente lo denunció Colombia y dejó de manera provisional acuerdos para seguridad en sus aguas con Panamá y Costa Rica; jamás se advierte presencia de la OEA en ese u otro conflicto.
Se destruyen las reservas forestales y de biodiversidad en general en la cuenca amazónica, sin que haya señales de alarma.
Menos se puede esperar una condena frente a la censura de prensa y restricción a la libertad de expresión impuesta por gobiernos de Ecuador, Honduras y Venezuela, además de ataques del narcotráfico, al periodismo mexicano.
La OEA despertará de su sueño profundo si en Cartagena se discute lo que es.
Bien podría Colombia, al margen de ser el anfitrión, promover debate a las materias más fuertes sentidas en cada casa americana y no esperar engorrosas declaraciones expedidas en las salas de la añeja diplomacia continental.
Lo primero debe ser la agenda de la Cumbre para obtener resultados y no la foto de los presidentes.