De nuevo el cine
Después de 115 años de la llegada del cine a Colombia, no han sido pocas las promesas de Gobierno para hacer del cinematógrafo un verdadero componente de la economía nacional, como subsector industrial y comercial, formador de empresas, generador de divisas, promotor de realizadores en todos los órdenes y vitrina cultural y turística del país.
En 1997, al convertirse Colcultura en Ministerio, se anunció que el cine se reconocería como industria y se juró que se le garantizaría financiación. En 2003 se reflejó ese interés, aunque a paso lento, con la creación del supermercado audiovisual, formado con largometrajes y películas que obtuvieron premios de importancia en escenarios internacionales.
El despertar centró las miradas sobre producciones como Soñar no cuesta nada, de Rodrigo Triana; Sumas y restas, de Víctor Gaviria; Rosario Tijeras, de Emilio Maillé; María, llena eres de gracia, de Joshua Marston y La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera, para citar algunas, dentro del catálogo de cerca de 20 realizaciones con mérito y calidad.
El ritmo de producción es bajo frente al respaldo y acogida que han tenido del público producciones colombianas de los últimos 10 años.
Ahora a instancias del Festival Internacional de Cartagena, el presidente Juan Manuel Santos resaltó el impulso al proyecto de Ley 814 presentado al Congreso de la República, por medio del cual se crea el Fondo de Desarrollo Cinematográfico, para colocar el cine y su cadena productiva en el lugar que corresponde, no sólo como instrumento cultural, sino también como pieza fundamental de desarrollo económico, en medio de inversión extranjera y libre comercio que despega con cinco de los principales mercados mundiales.
Esta nueva Ley se repite en el país a la hora de celebrar eventos, aplaudir a ganadores de premios y, en medio de abrazos, prometer esfuerzo en favor del cine.
Esta vez, la inversión de nacionales y extranjeros dependerá de la disponibilidad de garantías y seguros que ofrezca el Estado a productores y entidades del sistema financiero privado para pisar el acelerador de esta industria, con cara de negocio empresarial, lejos de interpretar la financiación como ayuda de beneficencia.
El Fondo debe tener características de organismo bancario especializado y trabajo en línea con las empresas cinematográficas que se interesen en producir en el país.
Una exigencia mínima sería que haya una cuota colombiana de participación técnica y artística.
De nuevo el cine, protagonista de otro sueño colombiano, no necesita embajadores de salón, sino agentes promotores, alternando con las grandes empresas internacionales del séptimo arte.