El progresismo de Petro
Ser progresista fue la definición que dio Gustavo Petro a su candidatura a la alcaldía de Bogota. Otros dos candidatos, Enrique Peñalosa y Gina Parody, buscaron hacerse a esta condición pero terminó siendo Petro su propietario. Por eso será el próximo alcalde de Bogota. Supo encerrar con destreza en sus puños el viento del nuevo tiempo global en su expresión urbana.
¿Que significa ser progresista? Sin entrar en lo conceptual, moviéndose sobre el terreno de rótulos políticos, Hillary Clinton lo dejo claro: “Prefiero para mí la palabra progresista”. Bill Clinton, ejerciendo futurología, lo había anunciado en Pittsburgh en 2009: “Hemos entrado en una nueva era de política progresista que durará entre 30 y 40 años”
Pero, ¿que es progresismo? Miremos sin temor las conceptualizaciones que tanto tedio provocan a algunos de nuestros periodistas. Progresismo es una combinación de justicia, igualdad y modernidad, ha dicho Richard Angell del thinktank Progress. Es más que una distribución justa de bienes sociales, de ingreso en particular, y su radio de acción cubre activos tales como poder político, capacidad de hacer y oportunidades, dice el thinktank ResPublica. Progresismo es soporte a reforma y modernización y entraña escepticismo y descreimiento hacia las instituciones, dice Mark Littlewood del Institute for Economic Affairs.
Y agreguemos: progresismo es una orientación hacia quehacer público y políticas públicas que se separa de viejos ideologismos como liberalismo y conservatismo, asentándose en la óptica histórica de que el mundo es dinámico. Y que parte del postulado de que existe una línea evolutiva social (donde convergerían cristianismos y socialismos) que viene estableciendo metas colectivas: derechos humanos en expansión, beneficios del crecimiento económico para todos los segmentos, sacralidad de derechos infantiles. Dentro de un entorno de economía libre de mercado sobre la que el Estado reclama y preserva potestad regulatoria.
Esta agenda hace ahora énfasis en los derechos de la mujer y minorías, prestación universal de servicios de salud pública, ampliación de bases tributarias, derecho al ambiente. Se trata de lo que en lengua inglesa se ha bautizado “large tent public policy”. Esto es política pública de cobertura muy amplia, cuya finalidad es desplegar una opción preferencial por pobres, vulnerables y excluidos.
Todo bajo la premisa de otra sacralidad pública en sí propia: los bienes públicos. El escepticismo que ronda la virtualidad de las instituciones del Estado para corregir desbalances sociales encuentra su dispositivo en el nuevo imperativo en cabeza de líderes y dirigentes: la integridad de la riqueza pública. La lucha contra la corrupción dejó de ser recurso retórico para colocarse en primera fila de fines del Estado.
La clave de la política contemporánea se esconde tras este progresismo que quieren David Cameron (“soy conservador progresista”) y Angela Merkel (“progresismo es el nombre de los nuevos tiempos”). Se trata de la verdadera tercera vía que le viene metiendo la mano, con firmeza y sin violencia, al sistema de castas (Partido Bharatiya Janate en India) y sutilmente entra a definir espacios políticos en la UE, Australia, Ucrania.
El progresismo es política urbana incluyente. A partir de 2007 la mayoría de la población global se asienta en centros urbanos. Bogotá es parte de esta tendencia. Y a nuestro polo de desarrollo económico con vocación de generar la primera economía regional basada en el saber le llega bien una oportunidad con Gustavo Petro.