Los límites
SI hay algo que cualquier persona en este país reconoce del expresidente Álvaro Uribe Vélez es la defensa férrea de aquellos que estuvieron en su gobierno y que por alguna razón hoy se encuentran en la picota pública. Incluso puede escucharse en la calle que por lo menos tiene la valentía de poner el pecho frente a los ataques de la justicia, o del nuevo gobierno, o del Ministro del Interior. Que su lealtad es prueba de todo. Sin embargo, a los ojos de muchos otros, termina siendo un defensor de delincuentes, porque sin importar cuál sea la idea que tenga él sobre la justicia de este país, hay un derecho que debe ser defendido.
Hasta ahora nadie ha podido comprobar que Uribe estuviese enterado de lo que ya se ha ido comprobando sobre sus antiguos funcionarios, pero eso tampoco lo exime de entender y respetar las investigaciones que vienen adelantándose. Por eso cada vez que lanza alguna maravillosa frase desde su microblog, termina levantando voces de indignación, cuando ya no simplemente la lástima que provoca una pataleta de ahogado. En medio de su corazón grande, termina perdiendo el norte de su lealtad.
Quizá es cierto que también en este país hacen falta las voces que como el expresidente se enfrenten al establecimiento, pero una cosa es alzar la voz para decir que las cosas están mal porque no funcionan y otra muy diferente simplemente afirmar que están mal porque están funcionando en contra de sus amigos. La manipulación de las realidades termina siendo tan desagradable en Uribe tanto como lo es en el Presidente vecino.
De repente todo terminó siendo un montón de complots, de persecuciones, de enemigos. Casualmente todas las investigaciones sobre su gobierno terminaron siendo medio para difamarlo, porque sigue pensando que todo fue perfectamente realizado. Cuando lo escucho me parece demasiado similar a las excusas de Chávez cuando hablaba de la comida podrida en aquellos contenedores o a su forma de respaldar a su actual ministro de defensa.
Es posible que Álvaro Uribe aún no se haya dado cuenta de cuánto daño termina haciendo al país cuando toma esa actitud frente a cada proceso. Pero hoy parece que cada vez está más solo, que viene encerrándose en una realidad que nadie más puede comprender.
Es triste en medio de un país en el que sus líderes son cada vez más escasos y en el que simplemente hace falta un poquito de cabeza fría. Ojalá alguien pueda llegar a hablarle al oído.