La historia de un pésimo negocio | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Mayo de 2017

Cuando el contralor  Antonio Hernández Gamarra se le atravesó a la venta de Colombia Telecomunicaciones (Cotel) al mexicano Carlos Slim, porque no era propio "vender a dedo" un activo del Estado, en un proceso de subasta que ganaron los españoles de Telefónica, dicha empresa se comprometió a operar y pagar al Patrimonio Autónomo, que soportaba las pensiones de Telecom, un valor fijo anual por el uso de todas las redes de dicha empresa en liquidación. Es decir que con el contrato firmado la Nación, si bien conservó una porción de la empresa, se podía desentender pues el compromiso claro y específico de los españoles era ante todo, y en primer lugar,  girar estos dineros.

Unos años después, ante los lloriqueos españoles porque su empresa andaba quebrada y no podía pagar el compromiso adquirido por el uso de la red, el ministro Juan Carlos Echeverry salió a proponer una ley para capitalizar la empresa y asegurar así el pago de las mesadas pensionales. Es decir al Estado colombiano le tocó poner la cara por el incumplimiento de los españoles. Cabe aquí preguntar en ese lapso cuánto habrá girado a España por efes de administración, royalties, marca, bonos, y demás arandelas antes del pago de lo que habían comprometido. En todo caso expedida la ley lo único cierto es que desapareció mágicamente la deuda en igual proporción en la matriz española en la bolsa de Madrid. Al mismo tiempo fusionaron la empresa con la operación Móvil de Telefónica, diluyendo la participación del  Estado colombiano, operación que suponía una valiosa red móvil que a la postre resultó, por fallo de la Corte Constitucional, que su dueño era más bien la Nación. Es decir, gran parte de la red fija y móvil con que hoy se opera es 100% de los colombianos pero el Estado conserva menos de la tercera parte de la propiedad de la empresa.

Ahora, aparece de nuevo Telefónica convenciendo al Gobierno, en época de vacas flacas, paros y presupuesto raspado, que no da ni para los aumentos de maestros y jueces, para que ponga de nuevo plata porque de nuevo están que quiebran. Es decir, van a capar el perro no dos sino tres veces, todo un olímpico logro. España sigue llamando a capitalizar con el ‘san benito’ de las pensiones y el erario público continúa tapando el hueco del administrador de su patrimonio ¿No será más bien hora de salir de tan malogrado  administrador, tomar los valiosos activos de la red móvil y fija, y venderlos a alguien que sí los ponga a producir y con ello poder pagar, de una vez por todas, el pasivo pensional completo? 

Porque como vamos pagaremos en solitario las pensiones y a los españoles sus descalabros y, de ñapa, nos tocará dejarles las redes. Lo triste es que el equipo humano que dirige la empresa, encabezado por su presidente Alfonso Gómez, ha cumplido una meritoria labor de modernización de la empresa. Para algunos analistas todo esto se hubiera podido evitar si desde un principio se vende en su totalidad la empresa sin capitalizaciones controversiales.
 
Adenda:

No debemos olvidar que a nuestro país siempre le ha ido muy mal cuando se trata de "capitalizaciones salvadoras". Recordemos los casos de ETB y Telecom en Comcel y de la UNE y especialmente la ETB, en la tristemente célebre Colombia Móvil.