Los seis meses de gobierno del presidente Petro han sido pródigos en improvisaciones continuas y diletantismo funcional, que han puesto de presente su crónica incompetencia en la función de gobernar que muchos creyeron superada después de las lecciones que dejaron las peripecias del desastre de su gestión en el Distrito Capital. Vana ilusión, como lo demuestran sus tres recientes iniciativas que hoy atemorizan a los colombianos.
La legalización de los cultivos de coca y su transformación en base de cocaína implicará poderoso incentivo para que familias enteras multipliquen su producción en territorios que padecen el control armado de las organizaciones criminales, que fortalecerán su condición de autoridad de facto ante la incapacidad del estado de oponerse y evitarlo. El sainete de la compra de los aviones de combate demuestra una vez más la incompetencia del gobernante y de su ministro de Defensa que nunca se percataron del acaecimiento de la vigencia del Conpes que garantizaba los recursos para la cuantiosa pero necesaria contratación.
Pero quizás la más evidente ineptitud es la que acompaña la anhelada política de la paz total, que pretende alcanzar por medio de ceses al fuego sin convenirlos, decretados en estados de gracia iluminados, sin protocolos que los rijan, en arranques de emoción que deben ser siempre ajenos en esta particular negociación. Ello explica el silencio del alto mando militar notificado por los medios de comunicación, el inmediato desmentido del Eln que nada ha acordado con el gobierno, ni acordará, si también cobija a la Segunda Marquetalia, al clan del Golfo y a los paras de la Sierra Nevada; que sorprendió hasta Otty Patiño jefe negociador del gobierno con el Eln que tuvo que aclarar: "No nos hemos querido meter en el tema del cese del fuego porque, así sea bilateral o unilateral, tiene que ser verificable”, ya que “en una guerra irregular, y en medio de este mar de violencia que vive Colombia, donde hay múltiples actores, hacer una verificación de un cese del fuego es muy difícil".
Ha sido tal el despropósito que ni los otros delincuentes, beneficiarios a título gratuito, han logrado hablar, paralizados por el tamaño de la sorpresa, como que el cese al fuego solo inhabilitaría a la Fuerza Pública para enfrentar a las organizaciones criminales, pero no impediría que entre estas continúen las masacres por la exclusividad de las rentas del narcotráfico. Parálisis de la Fuerza Pública, pero carta abierta para que carteles mejicanos se inserten en las organizaciones colombianas beneficiarias del cese al fuego y redoblen así la violencia en vastos territorios del país. Es tan evidente el sentimiento de indefensión del Estado que alias “Timochenko” ofrece su experticia en ausencia de verdad, justicia, reparación y no repetición para aconsejar al gobierno.
Petro confunde la intención del cese al fuego con el acuerdo sobre él. Por ello toda aclaración sobre el mensaje del presidente resulta inocua. Ni siquiera los malabares verbales de Iván Cepeda o los artificios sofísticos del ministro Prada logran desvanecer la sensación de que nos aplican, a falta de paz, una representación de Ópera Bufa.