La noticia de la corrupción colombiana nos llegó de fuera como efecto de la globalización, y destapa los alfiles políticos de ella y sus beneficiarios inmediatos. El escándalo de Odebrecht develado por la justicia de EE.UU. de nuevo señala al régimen de Uribe, que ya de suyo tiene en su haber el doloso Reficar, el mayor detrimento del patrimonio público en la historia del país, y cuya reelección presidencial fue, en sí misma, un cohecho como lo ha dicho la Corte.
En Panamá y en República Dominicana hay manifestaciones masivas en las calles demandando justicia por el caso Odebrecht, aquí somos más indolentes y tolerantes con los desfalcos dependiendo quien los acaudille. Se descarta como inquina política, que fue a sus espaldas, o bien buscando asilo alegando que aquí no hay justicia o que los mataran... Cuando la matanza más notable de los últimos meses es contra activistas de Derechos Humanos y trabajadores sociales. Vale decir los perseguidos por la extrema derecha. El caso es que el ministro de Hacienda del gobierno de Uribe está rindiendo descargos por las chuzadas que pretendían desestabilizar las conversaciones de paz en La Habana, por el desagüe sin fondo de Reficar, y ahora por el soborno multimillonario de Odebrecht. Él dice que no está enterado de nada, lo que por supuesto no lo califica como óptimo candidato para ser presidente del país.
Otro de los salpicados es Vargas Lleras, cuyo grupo llamado para mayor colmo “Cambio Radical” avaló a varios gobernadores ligados con asesinatos y corrupción. Sin duda es un cambio radical con los usos acostumbrados, pero entonces deberían indicar hacia dónde se dirige esa radicalidad... Ahora ese grupo que avaló asesinos peculosos propone que la fórmula vicepresidencial recaiga en el inepto hijo del ex presidente Gaviria, respetando así el cáncer de las dinastías democráticas que son en sí una contradicción en el adjetivo y una aberración social. Parte del caos jurídico que vivimos se la debemos precisamente a Simoncito quien firmó, sin leer y en nombre del Congreso, la última reforma judicial. Otro delfín del “Cambio Radical” a quien los medios le advirtieron las acusaciones graves contra los políticos que estaba avalando, es síntoma del nepotismo tradicional. La familia Galán recibe al mes más del centenar de millones de pesos sumados los salarios de sus múltiples miembros que gozan del erario público. Es un caso de nepotismo digno de estudio. Y lo patético es que la cabeza de esa familia se inmoló combatiendo la corrupción y el nepotismo...