En la vida moderna, las montañas de las dificultades siempre se presentan en el camino para desafiar nuestra jornada. Vayamos a un ejemplo: cuando surge una crisis financiera, la atención se dirige hacia los efectos causados por ésta. Los políticos, los economistas, los empresarios, los analistas, los trabajadores opinan, en contra o a favor, sobre las medidas que puedan frenar o impulsar el consumo, o lo que sea, evitando a los países, según piensan, mayores trastornos sociales. Sin embargo, a pesar de toda la inquietud, sepamos utilizar este momento para alcanzar el equilibrio, sin el cual difícilmente lograremos el triunfo.
¿Qué es la crisis, sino una oportunidad disfrazada de infortunio? Afirmo desde hace décadas que los obstáculos son premios de Dios a nuestra inteligencia, estímulos para quienes no abdican de las realizaciones que vienen justificando su existencia, dándole sabor a la vida. Es cuando mejor se puede ejercer el talento. Todo revés trae en sí mismo la solución, como enseña la longeva y experimentada cultura oriental. Lamentarse no construye nada. Tenemos que luchar contra el desánimo, sin engañar a la multitud. Si se sienten desolados, hombres y naciones quedan indefensos, o se levantan en rebelión.
Suelo decir que es en los momentos de crisis que se forjan los grandes caracteres y surgen las más poderosas naciones.
Es necesario tener anhelos y contribuir a un mundo más digno. Pari passu, tener los pies sobre la tierra, es decir, la seguridad de que los cambios deseados no suceden sin un verdadero esfuerzo.
Meditemos sobre esta joya de la sabiduría de Confucio (551-479 a. C.), en La Doctrina de la medianía: “En todas las cosas, el éxito depende de la preparación previa, sin la cual el fracaso está asegurado. (…) Si sabemos de antemano cuáles son nuestros deberes, nos será fácil cumplirlos. (…) Si los principios de conducta fueran previamente determinados, su práctica será inagotable”.
Pura planificación y acción eficaz. Por cierto, la filosofía del respetado sabio chino es considerada uno de los fundamentos del notable impulso que hizo emerger a los “tigres asiáticos”, también afectados por la tensión globalizada. En los encuentros entre las economías del planeta más significativas, con el fin de buscar mecanismos saludables para el enfrentamiento de la crisis, naturalmente movidas por el instinto de supervivencia, resulta esencial que la razón esté permeada por el espíritu de solidaridad (cosa rara todavía en las relaciones internacionales). El corazón se vuelve más propenso a oír siempre que la fraternidad sea verdaderamente la base del diálogo.
Algún día las naciones comprenderán que, sin el amor fraterno o cualquier otro nombre que le quieran dar en un lenguaje técnico, éstas habrán de verse afectadas por las temblorosas aflicciones anunciadas por Jesús en el capítulo 24 de Su Evangelio, según San Mateo, en particular el versículo 21: “Porque entonces habrá una Gran Tribulación, como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás”.
Además, la vida es una constante rendición de cuentas al tribunal de la conciencia, del que nadie escapa, aunque no lo revele. Es necesario subrayar que, en consonancia con el Amor de Dios, también se encuentra la Justicia Celestial. La suprema redención exige al ser humano rehabilitado por el Amor Divino la debida correspondencia con sus actitudes. De no ser así, ocurriría una glorificación de la impunidad.
*Director presidente de la Legión de la Buena Voluntad