El caballo con su brío y lozanía es el más hermoso y el más noble de los amigos del hombre. El caballo lo creó Dios para la guerra, para el trabajo, para la compañía y para solaz del ser humano. Este animal es soberbio, fiel, atrevido, nervioso, servicial, belicoso y esforzado. “Con los pies cava la tierra, alégrese con su osadía y esfuerzo y sale intrépido a librar la dura tarea que le ha impuesto la vida, o a enfrentarse al alma del enemigo. No se rinde ante la fatiga, ni siente miedo ante el agresor despiadado. Hirviendo y espumando, incontenible como una bala, llega triunfal a la meta en la lucha y en los hipódromos. Se alegra cuando oye la voz de su amo y con movimientos cariñosos agradece las caricias de su dueño”.
Álvaro Gómez escribió hermosas páginas sobre el caballo, pero por encima de todo lo pintó en mil formas, estampas y actitudes. Álvaro reservó todo su afecto para el caballo envejecido y despreciado que arrastra su dolor olvidado, por parques, plazas y calles pueblerinas. Ese animal hambriento y maltratado, que espanta con la cola las moscas de las heridas.
Una noche asistí a una elegante cena de corbata negra a la Embajada de la Gran Bretaña, en el barrio La Cabrera. Llegué muy puntual. Allí estaban Álvaro Gómez, Alberto Dangond Uribe, Juan Diego Jaramillo y otras figuras destacadas. El agasajado era Álvaro. En el salón cuajado de luces y bellezas se destacaban aristocráticas y cultas damas. Y quién dijo miedo. Gómez, que era más bien tímido, cuando un invitado le tocó, con gran dominio del asunto, el tema de los caballos, Álvaro hizo admirables y eruditos comentarios. Dijo: “con el caballo se conquistó a América”. Recordó el caballo blanco de Bolívar, inmortalizó en el bronce, hablo de “Bucéfalo” y de las grandes batallas ganadas por Alejandro Magno, sobre este potro invicto. Recordó a Babieca, quién con el Cid Campeador de jinete poderoso, jamás desmayó y con gracia se ocupó de Rocinante, el humilde jamelgo tan recordado en la literatura cervantina. Pero lo que más interesó a los contertulios fue lo relacionado con la “Anatomía del Caballo”, explicado con lujo de conocimientos por Álvaro pintor.
En los trabajos de Gómez se aprecia la magistral anatomía del caballo, la exactitud plástica es maravillosa. Hacía caricaturas espléndidas, Ilustró libros. Su pasión por la pintura fue constante. Nunca abandonó esta pasión. En Inglaterra, Francia y Argentina se glorifica al caballo de carreras. A este opulento ejemplar se le aplaude y exalta. Del caballo viejo escribió Ricardo Nieto: “Por los callejones y las alquerías... pasan renqueando los caballos viejos...”. Todo en el mundo tiene un principio y un fin. Otro poeta escribió refiriéndose a la radicante rosa: “Cuna y sepultura en un botón hallaron”. Álvaro se quejaba del desprecio por el caballo inutilizado por la vejez.
José Jaramillo Mejía escribió: “Si, la lealtad del caballo con su amo es inquebrantable, también el hombre ha correspondido con nobleza a este gesto”.