Las redes | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Mayo de 2022

Hace unas semanas, después de la extradición de Dairo Antonio Úsuga -Otoniel-, el Clan del Golfo nos recordó qué tan poderoso sigue siendo el narcotráfico en Colombia y qué tan débil se muestra el Estado al combatirlo. La organización criminal declaró el paro armado y 178 municipios del país no tuvieron otra opción que obedecer, pues nadie acudió en su defensa. La estrategia de los armados sigue siendo la misma, romper las redes, aislar a las comunidades, acallarlas; que no puedan contarle al resto del mundo lo que está sucediendo, pues saben bien que no hay mayor vulnerabilidad que la soledad.

Cuatro días después el saldo era aterrador: 24 civiles asesinados, 26 vías bloqueadas, 138 comunidades confinadas, 180 vehículos atacados, cientos de pacientes críticos que vieron interrumpidos sus tratamientos y miles de ciudadanos afectados por la interrupción del suministro de gas. El daño que causa una experiencia como esta es enorme, inconmensurable. Además de las pérdidas en vidas y los daños materiales, el miedo, instalado a sus anchas, rompe los lazos entre las comunidades y con las instituciones, nadie confía en nadie. Así, se anula por entero el efecto de la acción colectiva y es como miles de personas quedan a merced de un puñado de cobardes agazapados detrás de las armas. No somos nada sin los otros, eso es algo que entienden muy bien los violentos.

A pesar de la gravedad de la situación, de las imágenes desoladoras que circularon y del clamor de tantas comunidades, estos hechos no lograron conmover de manera masiva a los habitantes de las grandes ciudades. No hubo mayor manifestación de rechazo a los armados, ni de apoyo a los civiles; no hubo indignación masiva en las redes sociales, ni marchas multitudinarias, ni lazos en señal de duelo, ni filtros para las fotos de perfil. Entonces resulta que sí es cierto, que la gente de estos municipios sí está sola. Que el país urbano vive ensimismado en sus propios problemas y polarizaciones y poco o nada le importa lo que pueda sucederle al país rural; que le estremece más la lejana y vaga idea de “volverse como Venezuela”, que la cercana y contundente realidad de una Colombia aislada y constreñida por las mafias del narcotráfico.

Necesitamos fortalecer los vínculos entre nosotros mismos. Seremos realmente fuertes el día que nos conmueva todo lo que les pase a los otros porque nos sabemos y nos sentimos parte del mismo tejido; mientras no sea así seremos vulnerables y estaremos profundamente solos. Ojalá la celebración del día mundial de Internet sirva para pensar en la importancia de las redes y en la urgencia de disminuir las brechas (informáticas y sociales) pues en la capacidad de fortalecer los lazos anida la posibilidad de resistir a la violencia y a los violentos. Lo que ocurrió con el paro armado en esos 178 municipios, nos ocurrió a todos los demás, aunque no vivamos allá; sentirlo así es lo único que podrá salvarnos el día que nos toque a nosotros.

@tatianaduplat