Acaban la panela
“Respetarlos como ciudadanos y como seguidores de una tradición”
Epígrafe
“El mayor peligro de los gobiernos es querer gobernar demasiado”
Conde de Mirabeau
ES clara y manifiesta la torpeza para gobernar y la manipulación que algunos funcionarios estatales hacen con las leyes, para favorecer determinados intereses económicos, perjudicando a millones de campesinos colombianos, como en el caso de la producción de panela.
A estas lumbreras de empleados del bien llamado Ministerio de la improtección Social, que no conocen, ni las costumbres alimentarias de nuestro pueblo, ni el campo, los llevo a emitir la Resolución 779 de 2006, por “medio de la cual matan los trapiches artesanales, para proteger a la gran industria azucarera”.
Y aquí estoy abogando en causa propia, soy cañicultora, mi familia cultiva caña de azúcar y aumentó producción cuando irresponsablemente el gobierno anterior nos anunció con bombos y platillos la planta de etanol en la olla del Río Suárez en Boyacá y Santander, para inaugurar la planta piloto y demostrar que sí era factible, llevaron alcohol del Valle del Cauca, para engañarnos.
Somos cerca de 100.000 productores que iremos a la ruina, a engrosar las ya largas filas de desempleados, desplazados y desesperados compatriotas, que no encuentran posibilidades de progreso, porque esa norma es imposible de cumplir.
Imagínense un campesino, con su trapiche casero, invirtiéndole 90 millones de pesos, para impedir que las abejas se acerquen a la molienda, cambiando sus pailas de cobre, poniendo pintura epóxica, comprando motores porque no puede haber trapiche manual, empacando al vacío panela por panela, utilizando gas en vez del bagazo, agua potable donde no hay acueducto, lo que falta es que nos exijan energía nuclear.
Esas normas podrían aplicarse para las grandes industrias exportadoras, pero no para nuestros campesinos, porque de ahí pasan a exigir lo mismo, como, por ejemplo, para la lechona tolimense, los tamales que sean envueltos en papel celofán, la melcocha en bolsa plástica, las gelatinas de pata, el bocadillo veleño sin hojas, mejor dicho, apague y vámonos.
Por favor señores; reversen esa medida antes de que 18.000 trapiches cierren y sus dueños sean llevados a la cárcel y los obliguen a tener que lanzarse a defender el derecho a la vida, a la alimentación de los niños criados con agua de panela y nuestro derecho fundamental al trabajo.
Los paneleros no son delincuentes y hay que respetarlos como ciudadanos y como seguidores de una tradición milenaria, que produce el mejor endulzante nacional.
lorenarubianofajardo@hotmail.com