Para fines de este siglo, el hasta ahora amigo sol quemará las zonas agrícolas ecuatoriales de la tierra. Habrá sequías y emigraciones masivas de centenares de millones de personas, en estos trece países cruzados por la línea de ecuador terrestre: Colombia, Ecuador, Brasil, Sto. Tomé y Príncipe, República del Congo y la República democrática del Congo, Kenia, Gabón, Somalia, Maldivas, Indonesia, Kiribati.
En Norteamérica, en estados como Texas, habrá extremos de calor que la harán casi inhabitable, con incendios similares o mayores a los que han ocurrido en el año 2020 en Australia y en California. La región del norte de Estados Unidos deberá recibir los migrantes del sur del país.
Para ser breves, la destrucción de los polos tiene, entre una de las más graves consecuencias, la de que la luz del sol se concentra como una lupa…Los polos cubiertos hasta entonces de hielo tenían la capacidad de reflejar el 90% del calor al espacio exterior. Lo que sobrevendrá no será solo la extinción de los bellos osos polares, las focas, las ballenas, o las corales marinas.
El pronóstico en torno a la catástrofe del medio ambiente tiene bandos. Unos creen que el daño causado es ya inevitable y se aproxima el fin de nuestra especie. Otros niegan que el cambio climático exista y para ellos no hay recomendaciones distintas a sugerirles una consulta al veterinario de su confianza.
Las medias tintas entre estos extremos han sido expuestas por el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, en magníficos documentales. Y ahora desde un punto de vista tecnicista por el creador de Microsoft, Bill Gates. Al Gore ha dedicado sus esfuerzos a apuntalar el acuerdo de París e intentar transformar la mentalidad consumista occidental. Él confía en una capacidad pedagógica para cambiar lo que parece un punto de no retorno, y con ella superar los intereses económicos a corto plazo que prefieren hacer poco o no hacer nada ante la catástrofe. Por supuesto, intentó en vano modificar el punto de vista del presidente Trump que lo escuchó y procedió a salirse del acuerdo climático de París. Razonar con un promotor de cultos irracionales no funcionó.
Gates en cambio cree que la simple técnica futura aplicada puede competir con las labores del sol. Reconoce que la nación que más contamina al planeta es Estados Unidos, pero no propone ideas para cambiar ese modo de vida de manera drástica. Se prudencia. Es decir, su libro no se enfoca en un cambio de comportamiento en la nociva forma de consumo de esa gran potencia como lo propone Al Gore.
Gates, si bien ha contribuido en difundir respuestas en su texto, no hace explícito el horror de fondo. El consumo de acero, de cemento, hidrocarburos y de carbón y de carne de vacunos altamente contaminantes, no podrán ser sustituidos a tiempo. Y deja la analogía de una tina que ya está desbordada y unas gotas menos no detienen el desastre.