El Congreso y el Ejecutivo en Colombia han estado acostumbrados a vivir bajo la lógica de lo que se ha denominado recientemente como “mermelada”; que no es nada distinto a lograr la aprobación de proyectos a cambio de burocracia y presupuesto para los congresistas. Por esa razón, a pesar de parecer absurdo, los partidos políticos, en su mayoría. siempre han sido de gobierno. Sin importar el presidente de turno esta dinámica ha predominado. Mantener este tipo de relación era muy fácil cuando quien estaba en la Casa de Nariño no desafiaba los presupuestos fundamentales de cómo se ha manejado al país. Hoy la cosa es a otro precio. ¡Petro los ha puesto a pensar!
Que ahora los congresistas y líderes de los partidos políticos hayan tenido que sentarse a reflexionar sobre el tipo de país que como colectividad quieren construir es algo positivo para la democracia. Los legisladores y líderes de aquellos movimientos se habían acostumbrado a estar en un letargo ideológico que no le conviene a la dinámica de ninguna nación que se precie de vivir en democracia. Este sistema político que adoptamos en Colombia requiere de debates, fricción e ideas, para que en medio de una deliberación constructiva entre seres pensantes se logre lo mejor para el futuro de los colombianos. Por esa razón, lo que viene sucediendo con la reforma a la salud y la reforma laboral es algo que no se puede explicar solo bajo el lente de la mermelada. Aquí estamos viendo a unos partidos políticos desafiados con la necesidad de manifestarse ideológicamente frente a la nación que se imaginan. Por eso me atrevería a decir que esos intentos del presidente Gustavo Petro y su ministro del interior, Alfonso Prada, de conseguir apoyos particulares de congresistas por encima de los partidos para aprobar sus reformas no será fructífero.
Es cierto que en el legislativo hay congresistas que se tranzan por algunas dádivas y puestos, pero en esta oportunidad creería que son la minoría. El momento histórico que vivimos, en donde se están discutiendo postulados esenciales del tipo de economía que queremos y de sociedad que buscamos, ha retado a los legisladores a trabajar distinto a como lo han hecho siempre. Una de las cosas positivas que trajo el proyecto y promesa de cambio de este gobierno ha sido también empujar a que los políticos piensen sus propuestas y le suban el nivel a la discusión. Entiendo que no podemos generalizar, pues ha traído consigo también los radicalismos de la extrema derecha que muchas veces rallan en el absurdo. Pero en términos generales, las propuestas de transformación profundas que ha planteado el presidente han demandado que la clase política que vivía muy cómoda con el status quo se despierte, piense y trabaje.
Igualmente, el análisis de las dinámicas políticas también debe ser más profundo. No podemos quedarnos en las conversaciones de cafetería, en donde todo lo que sucede en el Congreso se explica con mermelada. El último Parlamento que elegimos los colombianos tiene gente valiosa, trabajadora y con capacidades para generar discusiones que cuenten con elementos suficientes que permitan desafiar o apoyar las reformas que plantea el nuevo gobierno.