Las imágenes y los sonidos del asalto al Palacio de Justicia nunca van a dejar de estremecernos. Los guerrilleros disparando, las fuerzas armadas rodeando el edificio, los tanques entrando por la puerta principal, la voz de Alfonso Reyes Echandía clamando el cese al fuego, el helicóptero en la azotea, los civiles llevados a la Casa del Florero y las llamas consumiendo todo, quedaron grabadas en la consciencia de varias generaciones.
Ver esas imágenes y escuchar esos sonidos, es como colarse por una rendija en el tiempo. Quisiera uno regresar a ese momento y poder cambiar todo lo que estuvo mal. Que el M-19 hubiera desistido de semejante estupidez, que el presidente de la República hubiera accedido a negociar, o por lo menos, que hubiera escuchado el clamor del presidente de la Corte, que el ejército hubiera elegido defender la vida de los civiles, antes que aniquilar al enemigo y que se hubiera garantizado el debido proceso de los que fueron detenidos, torturados y desaparecidos.
Quisiera uno regresar en el tiempo y evitar aquella tragedia que nos ha hecho tanto daño a todos, pero no es posible. Aunque no podemos cambiar el pasado, el presente y el futuro si nos pertenecen. Podemos acudir a la memoria para confrontar aquello que no queremos ser y también para identificar lo que nos enorgullece. Aplica para la toma del palacio de justicia y para muchos otros momentos de la historia de Colombia, buenos y malos.
Allí, en la posibilidad de reconocernos, de cambiar lo que no nos gusta y de construir la realidad que anhelamos, reside el valor de los documentos audiovisuales y sonoros. Por eso es vital preservar este patrimonio.
Entidades como el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, el Archivo General de la Nación, la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, Proimágenes Colombia y Señal Memoria de RTVC, han hecho grandes esfuerzos para proteger los registros que la fotografía, el cine, la radio y la televisión han dejado a lo largo de la historia. El empeño de organizaciones privadas, como Caracol Televisión, también es significativo.
Sin embargo, no es suficiente. Cada vez es más difícil disponer de los equipos para reproducir las películas, los discos, las cintas y los casetes; sin contar con la dificultad de guardar estos soportes en condiciones seguras. Los registros digitales son aún más vulnerables. Solo se necesita un clic para borrar carpetas completas con horas de grabación; esto, sin contar con la dificultad de encontrar la información, dado el volumen que se produce diariamente.
Salvaguardar el patrimonio audiovisual colombiano es urgente. Es una tarea del Estado y de los privados. Allí, en esos documentos, están los cabos que hay que volver a anudar para poder reconciliarnos. Para conocer, para entender y para que, nunca más, una tragedia como la del palacio de justicia vuelva a repetirse, tenemos el deber de acudir a la historia y a la memoria. Allí están los rastros de nuestra verdad, la que nos duele y la que nos reconforta.
@tatianaduplat