No ha sido afortunado el manejo que el gobierno nacional le ha dado a los temas del Tesoro Quimbaya y del Galeón San José, los cuales, por sus características, podrían identificarse, si una visión de más largo alcance aprovechara su patrimonio con fines culturales, políticos y pedagógicos. Infortunadamente, se ha actuado sin tener en cuenta que ambos aspectos podrían estar íntimamente ligados y esta debería ser la razón para tratarlos con un sentido más práctico, más eficiente y, cómo no, más diplomático.
Nadie pone en duda el origen y la pertenencia de ambos legados. No obstante, tanto al uno como al otro lo rodean circunstancias que, cuando menos, darían lugar a interminables discusiones amparadas en textos y convenios internacionales sobre la materia, las cuales, eventualmente, podrían otorgar razones a cualquiera de las partes involucradas. Abrir una discusión de tipo legal, cuyo resultado es de todas maneras imprevisible e inconveniente, generaría un malestar en las relaciones entre España y Colombia, hipótesis que no debería ocurrir por ningún motivo.
Como no se trata de estimular diferencias sobre un pasado ya superado, sino de evitar un revuelo innecesario con el propósito de aunar voluntades para hacer de tan singulares tesoros un motivo de orgullo para naciones que, en el pasado estuvieron unidas, y hoy se comportan civilizadamente como países independientes, ¿no sería posible, pensamos, que los gobiernos de España y de Colombia, primordialmente, aunaran esfuerzos para que ambos tesoros tuviesen un destino para goce, provecho y disfrute de las generaciones venideras? Manes de la diplomacia.
Si en las discusiones hubiera primado el respeto, la cordialidad, las buenas maneras y un tono más dialogante, con seguridad ambos gobiernos habrían consolidado un acuerdo para exhibir en un Museo construido y destinado para tal fin, las verdaderas joyas arqueológicas y precolombinas que componen los tesoros de la cultura Quimbaya y del Galeón San José. Y qué mejor que esa futura sede arquitectónica, construida para celebrar el encuentro de dos culturas, fuera ubicada en la propia ciudad de Cartagena de Indias. Sería una forma de enseñarle a los propios cartageneros a valorar la riqueza de una ciudad cuyo esplendor cautivante, fue el resultado de la civilización española de la que somos herederos, y por la cual nos sentimos orgullosos, a pesar del interés y de los fines protervos con que algunos raizales se empeñan en destruir el único Patrimonio de la Humanidad que tenemos reconocido por la Unesco. Pensar con grandeza, con generosidad, con la finura y la gentileza que alguna vez fue motivo de orgullo entre los colombianos, sería una contribución para que el "corralito de piedra", como tan bellamente bautizara a Cartagena don Eduardo Lemaitre, albergara parte de la riqueza de los pueblos indoamericanos para beneficio de la Humanidad.
Adenda Uno. No se entiende como la señora Ministra de Cultura ha permitido durante dos largos años la construcción del esperpento vecino de San Felipe y como no se ha apersonado de los problemas aquí descritos.
Adenda Dos. El Museo de Acrópolis, al pie del Partenón, es un ejemplo para albergar este tipo de tesoros.