Mandatos históricos | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Noviembre de 2016

Nuestra historia política colombiana está llena  de caudillos que buscaron siempre que la vida nacional girara en torno suyo.

El primero de ellos fue, desde luego, nuestro propio Libertador Simón Bolívar, quien al imponer una férrea dictadura terminó desintegrando a la Gran Colombia y muriendo camino del exilio. Su ejemplo fue seguido por su sucesor, Francisco de Paula Santander, quien  a pesar de ser reconocido como "el hombre de las leyes", su voluntad era la principal de ellas. Años más tarde siguieron la misma línea los generales Tomás Cipriano de Mosquera y Rafael Reyes.

Tuvo que pasar casi una centuria para que una figura de similares características de mando ejerciera la primera magistratura. Esa figura, con todas sus virtudes y defectos, es la de Álvaro Uribe Vélez. Convencido de su mesianismo  providencial ha logrado situarse en un lugar importante del quehacer político y parece decidido a  impedir que  los acuerdos de paz avancen si no se redactan y aplican según su saber y entender. 

Lo cierto es que casi todas las propuestas de los partidarios del No han sido incorporadas al Nuevo Acuerdo y muchas de ellas provienen del  uribismo. Sin embargo el expresidente  insiste en vetar la  elegibilidad parlamentaria para los guerrilleros, una condición que, como bien dice la propia Iglesia, constituyó  una de las razones  de su lucha armada. La terquedad uribista no tiene ningún sentido. A Uribe Vélez no le conviene ser recordado como alguien que puso trabas a la reconciliación nacional y debería entender  que una vez firmada la paz sin su concurso, es el presidente Santos quien quedará como el gran artífice de esa nueva Colombia.

Se cree que el uribismo se comporta así de cara a las elecciones presidenciales dentro de dos años. La verdad es que este movimiento no tiene una carta  suficientemente fuerte para hederle frente al candidato del santísimo, sea German Vargas o Humberto de la Calle. Los dividendos de la paz crearán escenarios propicios a sus aspiraciones.

Ahora bien, con el acelerador a fondo, el presidente Santos tiene que aprovechar la oportunidad de la implementación de lo acordado, para afinarlo  y complementarlo. El escenario parlamentario es el más idóneo para garantizar que los acuerdos tengan una proyección duradera y estable. 

No hay que olvidar que sobre  sus desarrollos estarán atentos los nuevos inquilinos de la Casa Blanca y que todo se puede esperar del  impredecible Donald Trump. Aunque ese "coco" parece haberse tranquilizado, una administración ultraconservadora será muy crítica de como avance el posconflicto colombiano. 

El próximo mandatario estadounidense seguramente querrá su reelección y no le conviene que su primer periodo sea conflictivo. Debemos recordar que en su autobiografía se muestra partidario de vivir una existencia que merezca pasar a la historia.

Adenda

Cada día que pasa se hace más evidente el colosal error de cálculo electoral de Hillary Clinton. Si bien ganó holgadamente el voto popular con más de dos millones de votos de diferencia, perdió por mucho el Colegio Electoral.